La entrecostilla es la parte magra de la chuleta que se halla adherida al hueso mayor. Para que resulte más apreciado y sabroso este plato debe condimentarse cuando no esté demasiado fresca la vianda, y siempre a fuego vivo.
De cualquier modo que se prepare, debe primero golpearse sobre el tajo o tabla de picar con el mazo, limpiándola antes de nervios, grasas y pellejos, de modo que sólo quede la parte magra y maciza, recortándola después de todas las piltrafas, para darle buena forma.
Antes de colocar la entrecote en la sartén, que debe estar engrasada tan sólo, hay que untar la carne con alguna grasa, bien sea aceite refinado o manteca derretida, teniéndola, después de engrasada, suspendida con un tenedor, para que escurra un poco la grasa.
Hecho esto, se coloca en la sartén cuando está muy caliente, y sobre fuego vivo, como hemos dicho, y a la segunda vuelta que se le dé se le espolvorea con una mezcla compuesta de sal y pimienta molidas, perejil y chalotas, muy picadas ambas cosas.
Entonces, con cuidado para que no se caiga este condimento, se saca de la sartén y se coloca en una fuente, donde se tendrá una cucharada de manteca de vaca, y así preparada, se sirve, inmediatamente, mezclándose el jugo de la carne con la manteca al partir la entrecote, si es que está bien hecha.
Puede prepararse al jugo la entrecote de otro modo más sencillo, y cuyo éxito depende sólo de la habilidad de la cocinera.
Para esto, una vez limpia y maceada, se engrasa con manteca de cerdo, escurriéndola un poco de la forma que antes hemos explicado, y se pone a fuego vivo la sartén, engrasada nada más con manteca, hasta que ésta se pone rusiente. Entonces se echa en ella la carne, moviéndola un poco de un lado para otro, pero sin darle la vuelta hasta pasados dos o tres minutos, en que aparecerán sobre la superficie de la carne unas burbujitas. En este momento se le da la vuelta, después de haberla espolvoreado de sal fina, y se procede del mismo modo por este lado, moviéndola de vez en cuando hasta que aparecen las burbujitas, espolvoreándola entonces, y como la otra vez, de sal fina.
Hecho esto, se aparta la sartén del fuego, se tapa con tapadera que ajuste muy bien, y se le pone sobre ella algún peso, y pasados cuatro o seis minutos, se sirve en fuente bien caliente, pudiendo ver entonces que, sin partirla, tiene jugo muy abundante.