Los envases, después de limpiarlos cuidadosamente, se colocan en un recipiente con agua fría, poniéndola después sobre el fuego para que hierva con los tarros.
Luego se apartan, conservándolos calientes hasta el mismo momento de emplearlos, y una vez llenos se colocan en seguida en el recipiente esterilizador, insistiendo una vez más, en que el buen éxito de la operación depende, principalmente, de la limpieza con que se proceda en todos sus detalles, de la cuidadosa elección de legumbres y frutos sanos y frescos, y que una vez envasados y esterilizados, éstos queden perfectamente cerrados y aislados del aire en absoluto.
Por tanto, las personas encargadas de estas manipulaciones han de tener las manos perfectamente limpias, no conservar frutas o legumbres que no estén completamente sanas, clasificar éstas según su tamaño y estado de madurez, lavarlas con cuidado, a fin de quitarles toda partícula de tierra o suciedad que puedan contener, y prepararlos en seguida que se hayan recolectado, o lo antes, que sea posible, después de adquiridos.