Se escogen peras sanas y de buena calidad, las cuales se dividen en cuarterones, mondándolas y quitándoles rabos y corazones. Hecho esto se cuecen en una cacerola, con un puñado de azúcar molida, a fuego lento, hasta que queden cocidas y sin jugo.
Entonces, para reducirlas a pasta, se pasan por tamiz o por el prensapurés, y pesando la masa obtenida, se coloca en una cacerola con tres cuarterones de azúcar por cada libra de dicha pasta, un trozo de corteza de limón y media barrita de vainilla.
Se pone a fuego suave, sin parar de removerlo, hasta que se reduzca la mezcla, quedando bien unida. Se coloca en tarros, que se tapan y guardan cuando están fríos.