Se clarifican, a punto de caramelo, tres cuarterones de azúcar, que una vez tomado el punto, se deja enfriar. Aparte se baten ocho claras, que queden muy batidas y firmes mezclándolas con el almíbar fuera del fuego y sin dejar de batir, echando sobre la clara el almíbar muy poco a poco.
Cuando está todo bien envuelto, se pone la pasta, a cucharadas, sobre papeles, para cocerlos en horno muy suave. Si no lo hubiese, se ponen dentro de una cacerola con lumbre en la tapadera, hasta que vayan tomando un poco de color, en cuyo caso se arrancan de los papeles para unirlos de dos en dos, con la parte dorada para afuera, pudiendo servirlos en seguida.