El llenado o embutido a mano, con embudillos, es molesto y fastidioso; se soba y desperdicia más la tripa, no saliendo la chacina tan apretada y curiosa. Por lo mismo, siempre que sea posible se debe llenar y picar a máquina.
Para adelantar aún más el llenado, en las máquinas se pone una persona dando al manubrio o volante, otra va echando la carne y haciendo algo de presión sobre la boca de la máquina, para que la pasta baje, otra escurre y abre la tripa, y, finalmente, otra la pone y sujeta con una mano al embudo de la máquina, mientras que con la otra, provista de una pica, la va pinchando. La mano que sujetarla tripa la va dejando escapar poquito a poco, para que el embutido salga apretado.
Hay que pincharla bien para que salga el aire. Cuando se van terminando los embutidos se les van entregando a dos o tres mujeres, que no hacen otra cosa que atarlos. Para ello están provistas de unas tablas, fuentes planas y bandejas, que, colocadas sobre las rodillas, sostienen el embutido mientras lo atan. Éste debe picarse y, apretarse mucho porque después, al secarse, si la tripa afloja y despega de la carne, queda muy feo.
Cuando están atados se van uniendo de dos en dos por medio de cuerdas que se les anudan, o enlazando y uniendo las suyas con habilidad.
Después se van colgando en cañas largas o pialeros, sujetos entre dos sillas, para evitar que se ablanden, hasta que haya una buena cantidad, que se lleva al chacinero para colgarla. Para esto se toman las cañas entre dos personas y se van colgando en la enramada preparada en el chacinero o suspendida en el humero, bajo la chimenea de campana.