Se toma una cacerola, mientras más extendida mejor, sirviendo perfectamente para esta operación una besuguera. En ella se pone agua, y cuando empieza a hervir se le añade azúcar en bastante cantidad para conseguir un almíbar clarito, que se espuma para clarificarlo, y tomará el punto, cuando hierva a borbotones.
Entretanto se baten, bien unas yemas de huevo, y echándolas en el molde a propósito (que es una especie de vaso de hoja de lata con un asa al lado y cuatro canutitos en el fondo, cerca de los bordes, para estar más separados), se tienen tapados con la mano izquierda los canutitos del molde al echar las yemas, destapándolos al ponerle sobre la cacerola del almíbar, mientras se va regando la superficie de éste con el huevo que escurre del molde al tenerle cogido con la manó derecha.
Sobre el almíbar irán cayendo las yemas; que quedarán instantáneamente cuajadas y semejantes a fideos finos; pero antes que se apelotonen se van ahuecando con un tenedor y se sacan con la espumadera, poniéndolas a escurrir en un colador o fuente. Mientras se saca una tanda de hilos se tapan los embuditos del molde, de nuevo, con la mano izquierda, y cuando el almíbar de la cacerola queda limpio de hilos se vuelve a empezar, echando más yemas.
Estos huevos son muy a propósito para adornar platos de fiambres, y muy especialmente el jamón en dulce, pavo trufado, etc., etc.