Se toma una docena de huevos, separando las claras de las yemas. Éstas se baten bien y se ponen en una vejiga pequeña, proporcionada y limpia; se ata luego, para que no se salga ni penetre el aire, y se echa en agua hirviendo, teniéndola suspendida para que no se deforme. Así que se cueza, se saca y aparta, batiendo las claras, muy poco, que se ponen en otra vejiga mayor, colocando en medio las yemas cuajadas y despojadas de la piel de la vejiga. Hecho esto se cuece de nuevo todo junto, y cuando está cuajado se aparta.
Despojado de la otra vejiga, se ve que queda hecho el huevo, y se sirve cortado en rodajas, sirviéndole con la salsa que se quiera.