Para esto hay unos platitos de porcelana, refractarios al fuego, en varios tamaños, siendo los más corrientes de uno y de dos huevos.
Se estrellan, por tanto, uno o dos huevos, según sea el platito, se espolvorean de sal, perejil y ajos, se les echa encima un poquito de mantera de vaca y se entran en el horno, donde se tienen unos ocho o diez minutos, hasta que se cuajen, sin quedar duros; cuando están hechos se sacan y sirven.