Se toman unas cuantas naranjas, a las cuales se les quitan las coronillas para sacarles por ella todo lo que tienen en su interior, que dando solamente las cáscaras, sin estropearlas.
Para rellenarlas de gelatina, se toma medio cuartillo del zumo de esta fruta, que estará pasado por un tamiz; se le ponen cuatro hojas de cola de pescado, si puede ser encarnada, porque resulta más vistosa. Esto se deshace muy bien con una clara de huevo para clarificarlo sobre el fuego, sin dejar de moverlo para que la cola no se pegue y la clara no se cuaje, colándolo, cuando está clarito, por una servilleta mojada en agua, y rellenando con este caldo las naranjas, que se ponen a cuajar entre hielo o en sitio fresco, para servirlas luego en una fuente con la corona para abajo.