Envasadas las conservas en los frascos calientes, se colocan en ellos las gomas o tapas, sin cerrarlos por completo, para que al hervir, pueda salir con facilidad el aire que contienen y evitar que la presión de éste haga reventar el envase.
Puestos todos en el aparato esterilizador, se dejan allí el tiempo que sea preciso, según su naturaleza, contando el tiempo que han de hervir desde el momento que empieza la ebullición del agua.
Cuando termina la esterilización, y estando aún calientes las conservas; se cierran herméticamente los envases, de cualquier clase que estos sean.
Después que se haya enfriado el agua, se sacan y colocan boca abajo sobre un tablero o bandeja para ver si se filtran y les penetre aire.
Si ocurriese algo de esto, se procede a cerrarlos nuevamente, de modo que el contacto con el aire y, filtración, de líquidos se evite en absoluto, pues de otro modo se estropearía el contenido de los tarros, y una vez fríos éstos, se colocan en sitio fresco y seco, después de envolverlos uno por uno en papeles, cuando de vidrio blanco se trate, para evitar de este modo, que por la acción de la luz pierdan el color las legumbres o frutas conservadas.