Con agua y azafrán se amasa una porción de sémola, hasta que quede muy trabajada.
Entonces se toma un molde a propósito, grande y redondo, que se engrasa con manteca. La masa se toma con la mano, poniéndola en el molde con gran rapidez, a parches, a fin de que no se pegue y se queme, y a fuego suave. En seguida se saca la hoja entera y se coloca sobre un paño, haciendo todas las hojas o tortas de este mismo modo, hasta tener las precisas.
Una vez hechas, se vuelven a colocar en el molde, untado de manteca, en cantidad de seis o siete. Después, con más hojas se va cubriendo el borde de modo que queden la mitad dentro y la mitad fuera. La capa de hojas debe ser espesa, como, la del fondo, y al borde que dejan las hojas se le unta de yema de huevo por encima y debajo, a fin de que se unan la capa del fondo, y el borde, extendiendo luego sobre esto el relleno.
Este se prepara con almendras y nueces muy machacadas en partes iguales; se les agregan especias y azúcar al paladar, debiendo estar nueces y almendras despojadas de piel, para lo cual se les pondrá de antemano en agua hirviendo.
Cuando se haya colocado el relleno se doblan sobre éste la mitad de las hojas que rebasaban del molde, volviendo a untarles yema de huevo, cubriéndolo todo, por último, con otra capa, de seis o siete hojas, y se coloca al fuego para que se dore.
El calor debe ser uniforme y bien extendido, por bajo del fondo del molde y que sea suave, colocando sobre él más fuego, bien distribuido y con igual intensidad.
Cuando está terminado se vuelve con cuidado sobre un plato de tamaño apropiado, evitando romperlo; se espolvorea de azúcar y canela, y se sirve.