Muy lejanos ya los tiempos en que el té se tomaba necesariamente como un medicamento, y dada la excepcional importancia que se le concede en nuestros días, siendo tan agradable cuanto aromática preparación motivo o pretexto para reuniones, en las cuales se exhibe el lujo más refinado, nos creemos obligados a detenernos un poco al tratar de la confección y presentación de esta bebida.
Ella, por sí sola, no es tan importante; pero con el acompañamiento, que si no la avalora la hace más ostentosa, de sustanciosos y variados aperitivos, presentada en servicio lujoso y servida con elegancia y finura, es del mejor gusto y de gran distinción.
Esta cuestión, de capital importancia en muchos casos, merece conocerse detalladamente por las señoras que quieran confeccionar y presentar el té con el cuidado y esmero necesarios que requiere, para obtenerle con todo el aroma y delicadeza posibles, y que, servido en familia o como agasajo a personas a quienes se desea obsequiar finamente, deje completamente satisfecha a cualquier ama de casa cuando de fiesta se trate, así como cuando pretenda saborear en la intimidad tan agradable infusión, doblemente exquisita entonces, por estar descuidada de los deberes que la etiqueta impone.
El mejor té es el procedente de la China y de color negro, pues, tanto el verde como los famosos de Ceilán suelen ser excitantes en alto grado, ocasionando a veces trastornos nerviosos.
Al té verde debe preferirse el negro, porque aun cuando no sea tan aromático como aquél, los tés negros resultan siempre más agradables por la suavidad.