Se toman enteras y ponen en agua, mudando ésta todos los días hasta que están dulces.
Pasado este tiempo y habiendo perdido el amargor, se les pone en agua salada, cuya graduación se hace echando en este agua un huevo fresco, y así que nade asomando la corona sobre la superficie del agua, se vierte sobre las aceitunas. Mientras el huevo no asome arriba, hay que seguir añadiéndole al agua.
Se tienen así unos quince días, y, pasados éstos, se rajan y vuelven a poner en agua con limón partido en ruedas, unas guindillas y bastante cantueso.