Se limpian y preparan, abriéndoles sólo lo preciso, para introducirles a cada uno en su interior, un polvito de sal y una aceituna deshuesada.
Hecho esto se ensartan todos en una varita, o alambre grueso de hierro, con el cuál se forma la varilla, y así dispuestos se asan cuidando de que no les dé la llama, sirviéndolos cuando estén asados en su punto.