En un cuartillo de agua se cuecen dos cucharaditas, no muy llenas, de tapioca con tres cucharadas de azúcar, hasta que esté muy cocida y espesa como una pasta.
Hecho esto, se baten a punto de nieve doce claras de huevo, poniendo después en ellas seis cucharadas de azúcar, y, cuando todo está bien revuelto se unen a esto las yemas y la tapioca, añadiéndole una copa de ron o coñac. Se trabaja muy bien, para mezclarlo todo, deshaciendo la tapioca, y luego se echa en una cacerola a propósito, tal como para huevos al plato, o, en su defecto, una de porcelana.
Se mete en el horno, con fuego regular, porque si está fuerte se arrebata, y si demasiado suave se cuaja sin subir. Es necesario que suba bastante; para evitar que se vierta, no se pone la cacerola llena. En el momento de subir se espolvorea de azúcar, sirviéndolo inmediatamente, antes que baje.