Para que los pollos resulten bien tienen que ser tiernos, cebados y asados como es debido; esto es, que no queden resecos y sin sustancia, sino jugosos y ligeramente dorados. Hechos así, el asado de este ave, es uno de sus mejores y más clásicos condimentos, evitando servirlos, como se acostumbra de ordinario, resecos y desabridos.

Se preparan, limpian y untan bien de manteca interior y exteriormente. Se ponen en un adobo compuesto con ajo, sal, orégano y un polvo de pimiento molido, deshecho todo con unas gotas de limón y un poquito de agua.

Cuando están tomados del adobo se sacan; escurren y ponen en una cacerola con manteca, cebolla en cascos y un vasito de vino blanco; se tapan muy bien, y dos horas antes de servirlos, se mete la cacerola en el horno, se pinchan y vuelven de vez en cuando, para asarles con igualdad, y se sirven cuando estén terminados.