En un cazo o cacerola se ponen a fuego vivo cien gramos de mantequilla fresca con un cuarto de kilo de azúcar molido; dejándolo hervir, removiéndolo bien por espacio de unos diez minutos, y añadiendo después un vaso de café muy cargado y otro de nata.
Se deja cocer por otros diez minutos, hasta que, echando unas gotas de esta mezcla en un vaso de agua fría, se endurezcan inmediatamente. Entonces se apartan de la lumbre, se vierten sobre la tabla de mármol engrasada, y formando una capa igual, se raya con la punta de un cuchillo engrasado, para cuando esté fría, separar las pastillas.