Se baten un poco una docena de huevos; agregando por cada uno lo que hace un huevo de agua, un poquito de aguardiente y la harina que parezca, deshaciéndola con la mano para que no forme grumos y dejando la pasta como para hacer pan.
Se amasa mucho, haciéndolos entre largos y del tamaño de una almendra de marañón, se aprietan un poco sobre una criba de alambres, para señalarlos bien; se fríen y ponen en un perol con almíbar en punto alto y se les envuelve completamente hasta dejarlos bien dulces.