En unión de dos libras de hígado de ternera y una de tocino fresco se cuecen seis perdices, buenas y gordas, con agua, sal, una libra de cebollas, dos nabos y dos zanahorias, picadas estas tres últimas cosas; se les pone hierbas aromáticas, sobresaliendo el romero, con buena cantidad de especias, y se deja cocer todo muy lentamente, por espacio de cuatro horas.
Al cabo de este tiempo, y estando todo cocido, se deshuesan las perdices por completo; se apartan las hierbas aromáticas, y con todo lo demás se hace un picadillo, que se convierte en pasta, pasándolo por un tamiz, con ayuda del caldo de la cocción, el que se habrá dejado reducir a la mitad y espesado bastante.
Una vez hecho el puré, se ponen en una cacerola cien gramos de mantequilla fina, que se remueve sobre el fuego para rehogarla, sin dejarla tomar color. A esto se le añade una copa de vino bueno blanco, mejor si es Jerez; se mezcla el puré bien, y unido a la salsa, con la cual debe quedar sueltecito, añadiéndole caldo, si no lo estuviese; se cuece al baño maría en una pastelera de barro.
A este pastel pueden ponérsele trufas, conservándose perfectamente en sitio fresco.