En una cacerola se calientan, dos cuartillos de leche de vaca, con una barrita de vainilla.
En otra cacerola, se ponen doscientos cincuenta gramos de azúcar tamizado y catorce yemas de huevo, que se trabajan con espátula de madera, echándole la leche caliente, poquito a poco, para que se mezcle bien y no se cuajen las yemas. Cuando esté todo junto, se pone a fuego muy suave, moviéndolo siempre para un lado, sin parar, y rascando el fondo de la cacerola, para que no se agarre.
Se tiene así hasta que espese un poco, sin que llegue a hervir; cuando esté en punto, se aparta y sigue moviendo para el mismo lado, otro poquito, fuera del fuego. Luego se cuela por un cedazo sobre la vasija donde haya de helarse, se mueve un poco, de vez en cuando, y cuando esté frío, se pone en la garrafa, entre nieve, para helarlo, como los demás helados.