Estos se parten en tajadas grandes y se ponen en el siguiente adobo: se machacan ajos crudos, pimienta, un poco de orégano y pimiento molido; se le echa un poquito de vinagre de buena calidad, unas hojas de laurel, y con todo esto se hace un caldo sazonado de sal, que sepa bien a todos los aliños. En este caldo se ponen los lomos dentro de una orcita, dejándolos bien cubiertos por espacio de seis u ocho días.
Pasado este tiempo, se sacan, friéndolos entonces en manteca con otra parte igual que de ésta, de aceite, debiendo dejarlos cocer un poco hasta que estén tiernos, y para esto se les añade caldo del adobo, si es preciso.
Deben quedar desprovistos de agua en absoluto, no apartándolos, por tanto, hasta que hayan quedado completamente en la grasa, porque si contienen algo de agua, no se conservarán bien.
Cuando están fritos se colocan, bien puestas, las tajadas en una orza, se cubren con la grasa de freídos y se deja la vasija destapada hasta que el aceité y la manteca queden helados.
De este modo se conservan los lomos frescos hasta pasado más de un año, siendo muy útil, esta conserva para condimentarla con tomates, patatas fritas, tortillas, croquetas y otras varias aplicaciones que pueden dársele.
Pueden conservarse también mechándolos, y una vez fritos o cocidos, puestos en vasija de barro, lata o en una cacerola, dándoles forma de rosca y cubiertos de grasa o manteca derretida.