Nuestros abuelos exigían las cuentas claras y el chocolate espeso, y aunque no sea fácil en estos tiempos tomar un buen chocolate, vamos a intentar enseñar algunas de las fórmulas mejores para conseguirlo.
Hay muchas y variadas manejas de hacer el chocolate, y hasta tal punto influye la habilidad de la persona que lo confecciona, que más que la calidad de la materia empleada, asegura el buen éxito de la bebida el esmero, conocimiento y buen deseo del que lo manipula.
Sabiendo y conociendo sus cualidades, puede hacerse de un chocolate mediano un desayuno agradabilísimo; pero confeccionándole de cualquier manera, esto es, dejando que se haga solo, como es costumbre en nuestras menegildas, no dedicándole la debida atención y esmero, suele ocurrir que de un chocolate de superior calidad resulte un brebaje detestable, especie de engrudo, si lo ponen espeso, y si claro, una cosa parecida al agua de fregar la vajilla.
Para reconocer la buena calidad del chocolate, se rompe con los dedos una pastilla, y entonces aparecerá la superficie correspondiente a la rotura desigual, granujienta y blanquecina, si es de mala calidad, mientras que en los buenos chocolates es algo cristalina y compacta la parte rota.