Se toma la calabaza o cidra con la mano izquierda, y con la derecha una espátula o palo para golpearla, hasta conseguir que se hagan rendijas en toda la corteza, haciendo saltar después ésta en pedazos pequeños con la punta de un cuchillo.
Limpia de corteza y simientes se ponen a hervir a fuego vivo los pedazos, que serán de seis a ocho centímetros de grandes, y cuando al coger un trozo entre los dedos ceda a la presión, se conocerá que está cocida.
Conseguido esto, se separa de la lumbre la caldera, y pasada una hora próximamente, se van apretando los trozos, uno por uno, con las puntas de los dedos, viendo entonces que se van soltando los hilos con facilidad. Se pasan entonces éstos a una caldera con agua, dejándola calentar y apartándola luego del fuego, dejándolos en reposo.
Entretanto se hace el almíbar, clarificando azúcar al punto de vela. Estando clarificado se retira de la lumbre, y escurriendo bien, sobre un escurridor de esparto, los hilos de la calabaza y apretándolos con la mano, para que suelten todo el agua, se van echando en pequeñas porciones dentro de la cacerola del almíbar, dejándolo hasta el día siguiente para que se penetre bien de él.
Entonces, para terminarlo, se le da un hervor hasta que adquiera otra vez el grado de vela.