Tanto las almejas como las ostras son muy digestivas crudas, y de digestión difícil en cuanto se cocinan. Por tanto, si fuera fácil a todos los paladares comerlas crudas, sería este sistema el más conveniente, mirado tanto desde el punto de vista más saludable cuanto desde el más económico.
Lo que hace más peligrosas a las almejas es un pequeñísimo parásito, en forma de cangrejillo, que suele encontrarse dentro de las conchas, y que una vez cocido, es de un color rojo claro. Este pequeño animalito es para las personas una especie de veneno, que produce en ellas, una vez ingerido, vómitos, dolor de estómago y cabeza, vértigos, hinchazón y una erupción parecida en sus manifestaciones y manchas en la piel a la llamada urticaria, por aparecer los cuerpos como si estuviesen picados de ortigas.
Por esto, siempre que se arreglen almejas deben lavarse y limpiarse perfectamente; después se abren al fuego, y quitándoles luego la mitad de sus cáscaras, se registran las otras mitades, para limpiarlas de estos pequeños y dañinos parásitos, llamados cangrejillos o langostillas.