Se toman unos pedazos de coco, a los que se les despoja de la piel oscura, rallándolos después hasta conseguir la cantidad que se necesite.
Hecho esto se confitan como las almendras de repostería, con el azúcar un poco granado, haciendo con la mano unas bolitas del tamaño de aceitunas gruesas, que se ponen después en un almíbar clarificado al negro de marfil. Cuando tiene el punto de cubrir fuerte se aparta y grana, como si fuese para mantecadas.
En este almíbar se van echando un momento las bolitas de coco, y sacándolas en seguida se ponen sobre la mesa, que tendrá una capa de azúcar tamizado, limpiándolas de las barbas cuando se hayan enfriado; entonces pueden envolverse en papel de seda.