Se baten a punto de nieve cuatro claras de huevo y se pican ciento setenta y cinco gramos de almendras secas, que se van echando en el batido poco a poco.
Después se echa, también en varias veces, el azúcar suficiente para que sea manejable la pasta; se aromatiza con esencia de limón, se pone en un molde y se deja secar, pudiendo también sustituir las almendras por avellanas.