Se toman diez tomates redondos, de regular tamaño, lisos y lo más iguales que sea posible; se lavan bien y se cortan por en medio, sacándoles la pulpa con una cucharilla, oprimiéndoles con suavidad para quitarles un poco de agua, sin deformarlos. Esta operación se hace solamente con diez mitades, dejando las otras intactas.
Póngase el arroz, por espacio de media hora, en agua templada, antes de usarlo, debiendo ser para esta cantidad de tomates diez cucharadas medianas de arroz.
Al ir a prepararlos se tienen dispuestas doce cucharaditas de aceite fino, diez pulgaraditas de sal fina, otras diez de azafrán en polvo y cinco de pimienta, en polvo también.
Para rellenarlos se llenan las mitades vaciadas con el arroz crudo, lo más igualmente que sea posible; a cada mitad se añade un polvito de azafrán, otro de pimienta y otro de sal, echándoselo por encima; se le riega una cucharadita de aceite y sobre el relleno se pone la pulpa que se les ha sacado.
Hecho esto se cubre cada uno de los medios tomates rellenos con su mitad correspondiente no vaciada, procurando que sean las mismas que se les quitaron, para que unan y se adapten bien.
Cuando estén rellenos todos se ponen en una sartén y se rocían con dos cucharadas grandes de aceite, metiéndolos en el horno con calor suave y dejándolos en él hasta que estén dorados completamente, cuidando que no se tuesten mucho y se pongan feos, debiendo tenerlos en el horno por espacio de hora y media a dos horas, para que el arroz se cueza y los tomates queden con buena forma y blandos.
Quince o veinte minutos antes de servirlos se pone la sartén en la hornilla para que por abajo se doren un poco. Al principio soltarán agua; pero ésta se consume por completo, y se les deja solamente la salsa necesaria al terminar de cocerlos, sirviéndolos en una fuente colocados con simetría.
Mejor que en una sartén pueden hacerse en una cacerola, sirviéndolos en la misma, rodeada con una servilleta; esto cuando no sea la comida de mucho cumplido.