Se escoge un kilo de tomates lisos, maduros y redondos, que se lavan y rocían un poco por la parte del rabo, dejándoles hueco suficiente para rellenarlos.
Luego se hace un picadillo con 100 gramos de jamón, otros 100 gramos de queso de Gruyere rallado, un poco de perejil picado, 50 gramos de mantequilla y un huevo batido.
Esta pasta se trabaja muy bien, con un poco de pan rallado, y se rellenan con ella los tomates, que se colocan en una cacerola chata, poniéndoles alrededor un poco de manteca de vaca que se habrá apartado del relleno. Se asan en el horno a fuego suave, o se pone la cacerola sobre el rescoldo, con lumbre en la tapadera.