Se baten bien tres huevos con un poco de azúcar y una cucharada de aguardiente. Después se les agrega harina para hacer una masa de la consistencia del pan, la cual se trabaja bien, formando con ellas las roscas, que luego se van cociendo en agua puesta en una sartén al fuego y cuidando de echarlas cuando el agua hierve a borbotones.
Cuando van saliendo a la superficie se sacan, con ayuda de dos platos, y entre ellos se escurren; colocándolas después sobre un paño y arropándolas para luego cocerlas en el horno.
Una vez cocidas se embadurnan con un pincel mojado en clara de huevo, se espolvorean de azúcar y se introducen de nuevo en el horno, donde se tienen un momento para dar firmeza y brillo al baño de huevo y azúcar.
Estas roscas, de hechura sencilla para verlas hacer, pero un poco complicadas para su explicación, se forman tomando porciones de masa, con las cuales se hacen rollos largos, de unos tres dedos de grueso, un poco aplastados. Con cada uno de éstos se forma una rosca, y para ello se pone primero el rollo de canto, se acercan los dos extremos de la masa, uniéndolos a unos tres dedos de sus puntas, por medio de un palito, para formar así una corbata. Entonces sólo resta hendir un poco hacia adentro la parte que forma el cuello de dicha corbata, es decir, oprimir la masa para adentro por la parte de atrás de dicho supuesto cuello.
Al terminarlas se les hace a todo lo largo de la parte alta, que forma lomo, unas cortaduras de través, con unas tijeras, para que al cocerlas formen como unos picos o flecos.