Se toman medio kilo de macarrones verdaderos, italianos, que se cuecen en agua con sal; cuando están cocidos se escurren y ponen por dos minutos en agua fría y se escurren de nuevo por un colador.
Se colocan luego en la cacerola donde hayan de servirse, en cuyo fondo se habrá puesto una capa de queso de Parma, rallado, y un pedazo de manteca de Avigny. Si no hubiese de esta manteca, se pone otra cualquiera de vaca, que sea de superior calidad.
Como se ha dicho, sobre el queso y manteca se echa una capa de macarrones, bien escurridos; en seguida, otra capa de queso y manteca, y así hasta llenar del todo la cacerola, que debe cubrirse con una gruesa capa de queso y manteca para dorar en el horno los macarrones.
Al sacarlos, se sirven con una salsa, preparada de antemano, con un picadillo de medio kilo de carne de vaca magra, un pedazo de tocino, un poco de perejil y un ajo; todo esto se mezcla bien, y, espolvoreado de sal, se dora en manteca, añadiéndole de vez en cuando una cucharada de caldo, para que la carne suelte todo su jugo. Entonces se le pone medio kilo de tomates pelados y finamente picados, dejando que se haga la salsa, muy suavemente, cociendo a fuego lento por espacio de una hora, y añadiéndole un poco de caldo mientras cuece.
Si a la hora de cocción no estuviesen bien deshechas las carnes, se les deja cocer otro poco, añadiendo más caldo. Cuando esté en condiciones, se cuela y sirve, acompañando a los macarrones, en el momento de sacarlos del horno.