Se pone en abundante agua fría, con sal, que se acerca al fuego hasta que se cueza, dejándola enfriar, bien escurrida, para desconcharla.
La cola se parte en rodajas grandes y se coloca, formando anillo, sobre una fuente honda que resista el fuego; con el interior de la cabeza y la carne de las patas se forma un picadillo fino, que se pone, en la fuente, dentro del círculo formado por las rodajas de langosta.
En una cacerola con mantequilla se rehogan dos o tres cebollas regulares, muy picaditas, y cuando estén medio fritas se les pone un vasito de vino blanco, seco, dejándolo cocer un poco, agregándole luego puré de tomates y salsa española, por iguales cantidades. Poniéndole una chispa de pimienta de Cayena, se reduce un poco la salsa, se cuela y vierte sobre la langosta, que se entra en el horno por espacio de un cuarto de hora antes de servirla.