Ésta se hace de cualquier clase de fruta que se quiera; por ejemplo manzana, membrillo, albaricoques, cidra, naranja, fresas, acerolas, granadas, grosellas, uvas, peras, melocotones o zarzamoras.
Escogida la fruta con cuidado, sana y madura, se echa en un cazo de cobre, cubierta con agua fría; se acerca al fuego, retirándola cuando haya cocido un rato y empiece a ponerse blanda la fruta, teniendo cuidado de moverla con frecuencia para que no se agarre al fondo del recipiente.
Cuando está en condiciones, se saca la fruta, poniéndola en un colador espeso para que suelte toda el agua, y se cuela después todo el jugo, apretándolo dentro de un paño, al cual se retuerce para exprimirlo bien.
Se tiene almíbar clarificado, y se mezcla en igual cantidad con el zumo obtenido de la fruta, para lo cual se miden uno y otro, poniéndolo a cocer y moviéndolo sin parar hasta que, echando en un plato unas gotas de jalea, se coagulen al enfriarse.
Entonces se aparta de la lumbre, y cuando está fría, fuera del cazo de cobre, en el cual nunca dejará enfriarse ningún dulce, se pone en vasos de cristal, cajas de madera u hoja de lata, empapeladas para guardarlo.