(habíalo dado a luz la ínclita
Hipodamía el mismo día en que Pirítoo, castigando a los
hirsutos centauros, los echó del
Pelio y los obligó a retirarse hacia los étices). Pero no estaba
solo, sino que con él
compartía el mando Leonteo, vástago de Ares, hijo del animoso
Corono Ceneida.
Cuarenta negras naves los seguían.
748 Guneo condujo desde Cifo en veintidós naves a los enienes a intrépidos
perebos;
aquéllos tenían su morada en Dodona, de fríos inviernos,
y éstos cultivaban los campos a
orillas del hermoso Titareso, que vierte sus cristalinas aguas en el Peneo de
argénteos
vórtices; pero no se mezcla con él, sino que sobrenada como aceite,
porque es un arroyo
del agua de la Éstige, que se invoca en los terribles juramentos.
756 A los magnetes gobernábalos Prótoo, hijo de Tentredón.
Los que habitaban a
orillas del Peneo y en el frondoso Pelio tenían, pues, por jefe al ligero
Prótoo. Cuarenta
negras naves lo seguían.
760 Tales eran los caudillos y príncipes de los dánaos. Dime,
Musa, cuál fue el mejor
de los varones y cuáles los más excelentes caballos de cuantos
con los Atridas llegaron.
763 Entre los corceles sobresalían las yeguas del Feretíada, que
guiaba Eumelo: eran
ligeras como aves, apeladas, y de la mísma edad y altura; criólas
Apolo, el del arco de
plata, en Perea, y llevaban consigo el terror de Ares. De los guerreros el más
valiente fue
Ayante Telamonio mientras duró la cólera de Aquiles, pues éste
lo superaba mucho; y
también eran los mejores caballos los que llevaban al eximio Pelión.
Mas Aquiles
permanecía entonces en las corvas naves surcadoras del ponto, por estar
irritado contra
Agamenón Atrida, pastor de hombres; su gente se solazaba en la playa
tirando discos,
venablos o flechas; los corceles comían loto y apio palustre cerca de
los carros de los
capitanes que permanecían enfundados en las tiendas, y los guerreros,
echando de menos
a su jefe, caro a Ares, discurrían por el campamento y no peleaban.
780 Ya los demás avanzaban a modo de incendio que se propagase por toda
la comarca;
y como la tierra gime cuando Zeus, que se complace en lanzar rayos, airado,
la azota en
Arimos, donde dicen que está el lecho de Tifoeo; de igual manera gemía
grandemente
debajo de los que iban andando y atravesaban con ligero paso la llanura.
786 Dio a los troyanos la triste noticia Iris, la de los pies ligeros como el
viento, a quien
Zeus, que lleva la égida, había enviado como mensajera. Todos
ellos, jóvenes y viejos,
hallábanse reunidos en los pórticos del palacio de Príamo
y deliberaban. Iris, la de los
pies ligeros, se les presentó tomando la figura y voz de Polites, hijo
de Príamo; el cual,
confiando en la agilidad de sus pies, se sentaba como atalaya de los troyanos
en la cima
del túmulo del anciano Esietes y observaba cuando los aqueos partían
de las naves para
combatir. Así transfigurada, dijo Iris, la de los pies ligeros:
796- ¡Oh anciano! Te placen los discursos interminables como cuando teníamos
paz, y
una obstinada guerra se ha promovido. Muchas batallas he presenciado, pero nunca
vi un
ejército tal y tan grande como el que viene por la llanura a pelear contra
la ciudad,
formado por tantos hombres cuantas son las hojas o las arenas. ¡Héctor!
Te recomiendo
encarecidamente que procedas de este modo: Como en la gran ciudad de Príamo
hay
muchos auxiliares y no hablan una misma lengua hombres de países tan
diversos, cada
cual mande a aquellos de quienes es príncipe y acaudille a sus conciudadanos,
después de
ponerlos en orden de batalla.
806 Así dijo; y Héctor, conociendo la voz de la diosa, disolvió
el ágora. Apresuráronse
a tomar las armas, abriéronse todas las puertas, salió el ejército
de infantes y de los que
en carros combatían, y se produjo un gran tumulto.
811 Hay en la llanura, frente a la ciudad, una excelsa colina aislada de las
demás y
accesible por todas partes, a la cual los hombres llaman Batiea y los inmortales
tumba de
la ágil Mirina: a11í fue donde los troyanos y sus auxiliares
se pusieron en orden de
batalla.
816 A los troyanos mandábalos el gran Héctor Priámida,
el de tremolante casco. Con él
se armaban las tropas más copiosas y valientes, que ardían en
deseos de blandir las
lanzas.
819 De los dardanios era caudillo Eneas, valiente hijo de Anquises, de quien
lo tuvo la
divina Afrodita después que la diosa se unió con el mortal en
