Teatro y cine El cinematógrafo y su sentido
EL MISTERIO DEL CINEMATOGRAFO
Se diría que no se puede hacer cinematógrafo sin tener "una idea" del cinema, aunque nunca
se debe hacer creyendo que se tiene "la idea" definitiva e infalible. Hay que colocarse ante el
cine como ante todo lo complejo y de posibilidades infinitas. Y no llenarse de presunción y
creer que la idea del cine es una idea sin límites como la que tenemos del aire o de la luz. Para
tener "una idea", lo principal es saber que el cinematógrafo tiene sus límites y sus fronteras.
Ningún director se sobrentiende trabaja pensando en esas limitaciones, pero sí con una
obsesión indirecta que las traduce en su oportunidad. La mayor de las limitaciones la hemos
oído no hace mucho cuando Olson Welles dijo que ante el cinematógrafo no representamos
como individuos absolutamente nada. Pensando en esa declaración se pueden comprender
con claridad todas las limitaciones. Hay que guardar en la memoria todas las premisas para
que vayan siendo substituidas por otras que nos den con el tiempo la idea del cine que
conviene a cada individuo.
Estos últimos años han sido prolíficos para todos los que van buscando una definición. Vidor,
Capra, Ford han hecho prosélitos cautelosos y humildes. Frente a una obra de esos directores
se siente uno admirado y, sin embargo, un análisis a fondo para quedarse con lo mejor de
cada uno, llenaría de confusiones y dudas al más hábil. Mientras John Ford sitúa la
importancia de la imagen cuando tiene que darle profundidad al "film", Cecil B. de Mille
construye sus grandes obras colocando la imagen al servicio de los acentos exteriores. Capra
tiene un significativo encanto: cuando se va haciendo memoria de sus grandes producciones,
no se encuentra una sola imagen que acentúe los momentos de culminación plástica. Las
obras de Capra van ganándose por sí solas, y su humanidad sale de la pantalla hacia el
espectador. Recordando Aleluya de King Vidor, se siente gratitud hacia el "séptimo arte". No
se hace memoria de ninguna afiliación técnica ni estética; se parece al artista que quiere
olvidarse de todas las maneras de hacer cinematógrafo para dar con ello un máximo acento de
espontaneidad. Todos los directores tienen "una idea" para llegar al público, pero ninguno la
utiliza para su uso personal, es decir, ni para pontificar ni para destruir, sino para crear. Son
ellos los auténticos creadores que no quieren vivir de migajas, ni tampoco pretenden decir la
última palabra. Todos ellos, en secreto, viven el grandioso misterio del cine.