LITERATURA GRIEGA- La épica y la didáctica en el período de los orígenes (siglos IX - VI
A. DE J. C.)
LA "CUESTION HOMERICA"
La tradición más antigua hacía de Homero un personaje real, que, nacido en alguna ciudad
de Jonia, probablemente Esmirna, vivió en el siglo IX a. de J. C., y anduvo ciego y pobre de
ciudad en ciudad ganándose el sustento con la recitación de sus poemas. Pronto surgieron,
empero, otras opiniones muy diversas acerca de su patria y en lo tocante a la atribución al
mismo de los dos poemas conocidos. En la época
alejandrina hubo gramáticos -llamados
"corizontes", es decir, "separatistas"-que sostuvieron la tesis de que la Odisea no era obra del
mismo autor que produjo la Ilíada. Esta opinión no tuvo éxito, y prevaleció la de Aristarco y
otros críticos, favorable a la existencia de un solo poeta, autor en su juventud de la Ilíada y
en edad más avanzada de la Odisea. Esta fue, con algunas excepciones aisladas, entre las que
hubo algunas muy interesantes, la teoría dominante hasta fines del siglo XVIII.
En 1795 sostuvo Wolf en sus famosos Prolegómenos que, no habiéndose introducido aún en
los tiempos homéricos la escritura en Grecia para la perpetuación de obras literarias, era
imposible que un solo poeta hubiese compuesto de memoria dos epopeyas tan extensas, y
defendió la tesis de que en lugar de éstas sólo existían, en la época en que tradicionalmente
se sitúa la vida del poeta, breves cantos, compuestos en diversos lugares por distintos
rapsodas, recitados de memoria y conservados de este modo de generación en generación.
Dichos cantos, reunidos y ordenados en tiempos de Pisístrato (siglo VI), constituyeron los
poemas que hoy conocemos. Pero ni los secuaces de Wolf ni los de Lachmann, que en sus
Observaciones sobre la Ilíada
(1837 y 1839) sostuvo que este poema estaba integrado por
dieciséis cantos primitivos, se mostraron de acuerdo con sus maestros ni entre sí acerca del
número y extensión de esos trozos primitivos.
No faltaron entre tanto defensores de la opinión tradicional. Hoy parecen privar en el modo
de encarar este complejo problema dos tendencias: la primera admite la existencia de un
poeta -Homero-, autor de un largo canto sobre la guerra de Troya, y de otro poeta, surgido
poco más tarde y de genio no inferior, aunque distinto, que a ejemplo del anterior compuso
un extenso relato en torno a las aventuras y peregrinaciones de Ulises. El núcleo primitivo de
la Macla remontaría al siglo X y el de la Odisea al IX. Pronto a estos cantos primitivos
debieron de sumarse otros de idéntico o muy parecido asunto hasta dar por resultado dos
poemas de grandes proporciones. La segunda tendencia se inclina a admitir un solo autor -
Hornero- para ambas obras. "Se descubre -escribe Alfonso Reyes- toda una civilización
anterior a la Grecia clásica -la civilización de Micenas o micenia, para no hablar del capítulo
anterior cretense o -ininoano"-, y se logra demostrar que esta civilización mantenía contacto
con la antigüedad levantina, con los caldeos y egipcios; que para entonces los hombres
micenios conocían ya la escritura, y más aun, la escritura alfabética (Larfeld, en su Tratado
de epigrafía griega, da al descubrimiento del alfabeto la fecha de 1100 a. de J. C.). Ahora bien:
esta civilización tan intensa y compleja es la civilización homérica. Homero no marca, pues,
una era primitiva, sino el comienzo de los tiempos modernos, y representa para la era
alfabética lo que representan para la era de la imprenta los poetas del Renacimiento. Por otra
parte, se descubren papiros de doscientos cincuenta años a. de J. C., que contienen la obra
homérica. Son anteriores al apogeo de Alejandría, y con todo, salvo menudencias, dan un
texto que coincide con el texto ya conocido de Homero. Luego caía por tierra la teoría de que
la unidad y forma actual de los poemas homéricos es fruto tardío de los eruditos
alejandrinos".
Ya hemos hablado anteriormente de los himnos (a Apolo Delio, a Apolo Pitio, a Hermes, a
Afrodita, a Demeter, etc.), documentos de gran valor para la historia religiosa, atribuidos a
Homero. Otro tanto ocurre con algunos epigramas, obra más bien de rapsodas posteriores.
La Batracomiomaquia, que cuenta en 294 versos la guerra entre las ranas y los ratones, se ha
adjudicado con poco fundamento al autor de las dos grandes epopeyas homéricas.