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LITERATURA ESPAÑOLA - Siglo XVI:  Didáctica, humanismo, erasmismo y mística
LA PROSA DIDACTICA Y EL ERASMISMO
LOS HISTORIADORES DE INDIAS. - Por varias razones es útil separar del conjunto de la
historiografía española en el siglo XVI la llamada literatura de Indias, compuesta por las
obras que tratan del descubrimiento, exploración y conquista del Nuevo Mundo y, en
general, de la historia de América. En tema, espíritu y hasta en la forma representan un
género con caracteres muy particulares. A un mundo nuevo con todas las posibilidades que
significaba su descubrimiento, corresponde una nueva visión de la realidad, intensificada
por lo que de extraño y maravilloso presentaban el espectáculo de una naturaleza casi virgen,
la psicología primitiva de sus habitantes y el brillo deslumbrador de algunas de las antiguas
culturas americanas -la azteca y maya de México o la incaica del Perú-, a los ojos de los
conquistadores, o a la imaginación de los que de lejos seguían sus hazañas. A esto se añade
la actitud de muchos de los cronistas, gentes de empresa, que narraban sus propias
experiencias extraordinarias en un mundo igualmente extraordinario, que se consideraban
además testigos, protagonistas e intérpretes de algo real y fabuloso al mismo tiempo; gentes
cuya psicología, a medida que se adentraban en el continente desconocido, iba cambiando
hasta llegar a sentir y a pensar de manera muy diferente a la de sus compatriotas europeos.
Las consecuencias literarias de estos hechos son evidentes y complicadas. Su manifestación
más visible es la de que gran parte de la literatura de Indias se caracteriza por un estilo
distinto del de la historia de moldes tradicionales. Incluso los historiadores cultos que
escribieron sin haber pisado América tuvieron que crear fórmulas no usadas antes para
describir una naturaleza y unas costumbres tan diferentes de las que ellos conocían. Pero la
mayoría de los cronistas fueron conquistadores, exploradores
y misioneros, algunos de
pocas letras, que, bajo la impresión de los hechos vividos, crearon una historia viva en un
lenguaje vivo y no erudito.
Se trata de una literatura que hoy pertenece tanto como a la historia de las letras castellanas a
la de la literatura colonial hispanoamericana. Aquí, señalado el hecho de su importancia y
sus principales caracteres, tenemos que limitarnos a enumerar sólo algunas de sus obras más
destacadas, ejemplos representativos de los diferentes aspectos que esta literatura ofrece.
La primera noticia al par que el primer intento de interpretación de lo que las nuevas tierras
eran, se debe al mismo Cristóbal Colón en su Carta sobre el descubrimiento y en el Diario
del primer viaje. Después de Colón, muchos otros navegantes y conquistadores redactaron
sus impresiones o hicieron el relato de los hechos en que intervinieron. Así Hernán Cortés en
sus cartas de relación sobre la conquista de México o Alvar Núñez Cabeza de Vaca en el
relato de sus Naufragios.
Resumen de las noticias de varios descubridores es la primera historia de conjunto, Decades
de orbe novo (1511-1530), escrita en latín por el humanista Pedro Mártir. Obra de conjunto es
también -de extraordinario valor documental como descripción de las nuevas tierras, flora,
fauna, metales, costumbres, etc.- la Historia general y natural de las Indias (1535), de
Gonzalo Fernández de Oviedo, soldado y hombre de estudio, nombrado cronista oficial por
Carlos V.
Obra culta, humanística, de proyección heroica de las empresas de Cortés, escrita en una
prosa clásica, es la Historia general de las Indias (1552), de Francisco López de Gómara, de
carácter general sólo en la primera parte; limitada a la conquista de México en la segunda.
La crítica apasionada de la conquista juntamente con la defensa de los indios inspira a fray
Bartolomé de las Casas la Historia de las Indias y sobre todo la Brevísima relación de la
destrucción de las Indias (1552), libro que se leyó mucho en todo el mundo, que abrió la gran
controversia sobre la acción de los españoles en América, y fue uno de los puntos de partida
de la leyenda negra de los conquistadores.
De carácter especial y una de las más hermosas muestras del género es la Historia verdadera
de la conquista de la Nueva España, de Bernal Díaz del Castillo. Este libro, redactado en la
vejez por uno de los soldados de Cortés, hombre de acción, actor y testigo de las hazañas
que narra, es reflejo del espíritu popular y colectivo que inspiraba a los conquistadores. La
naturalidad con que Bernal Díaz relata los hechos más extraordinarios gravados en el
recuerdo; la exactitud en el detalle, la espontánea humanidad de sus juicios, la simpatía sin
sentimentalismo por los sufrimientos de los indios, y finalmente su prosa un poco ruda, sin
retórica, pero abundante y expresiva, explican que la obra de este soldado haya sido
preferida por la crítica y haya sobrevivido a las historias compuestas con mayores
preocupaciones literarias.
De las obras posteriores sólo recordaremos los Comentarios reales (1609-1617) del Inca
Garcilaso de la Vega, que es el gran mestizo de la historiografía americana y el primer
escritor hispanoamericano, hijo de un capitán español y de una princesa india. Nació en el
Perú, pero pasó toda su vida adulta en España. De niño se educó oyendo los relatos de las
viejas glorias incaicas; de hombre estudió a los humanistas y tradujo los Diálogos de amor,
de León Hebreo. Por su pluma habla con elocuencia por vez primera el alma criolla: ideas
europeas y sentimiento americano. Los Comentarios añaden a su valor artístico y espiritual
el de ser la noticia más completa sobre las antiguas civilizaciones peruanas y la mejor
historia, si se exceptúa la Crónica, de Cieza de León, de la conquista del Perú con todas sus
guerras civiles.
Rivalizando con los historiadores en
sentir la atracción de una realidad con todos los
atributos de lo maravilloso, surgieron los poetas. La poesía narrativa en la Península Ibérica
alcanza su cima en Os Lusiadas, de Camoens. Nada hay en castellano comparable, pero no
por eso falta la poesía inspirada en los descubrimientos, conquistas y la naturaleza de
América. A Ercilla, ya citado, siguieron otros, especialmente Pedro de Oña, en Chile, y
Bernardo de Balbuena, en México.