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LITERATURA ESPAÑOLA - Siglo XVI:  Didáctica, humanismo, erasmismo y mística
LOS MISTICOS
SAN JUAN DE LA CRUZ: MISTICA Y POESIA PURAS
Es el misticismo de San Juan resultado de una integración. Misticismo depurado, absoluto,
producto de una larga evolución representada por sus antecesores. En él, amor, poesía y
metafísica llegan a una tensión casi incomprensible ya; a la máxima pureza. La misma Santa
Teresa, su maestra, dirá reconociéndose casi incapaz de seguirle: "es demasiado refinado;
espiritualiza demasiado".
La vida de San Juan, en contraste con el absoluto desprendimiento terrenal de su creación
literaria, tiene de común con la de los demás místicos su actividad incansable, el celo
reformador y propagandista. Sufrió prisión en Toledo, con penitencias y castigos severos,
durante la cual compuso, al parecer de memoria, los versos inmortales del Cántico espiritual,
los más bellos quizá de toda la poesía castellana; y también, como Santa Teresa, tuvo que
sobreponerse a fuerza de voluntad a la debilidad física de una naturaleza enfermiza,
agravada por los extremos ayunos.
Los últimos años de su existencia fueron, como en el caso de otros místicos, los más
apacibles. Vivió durante ellos, casi sin interrupción, en Andalucía, entregado, después de las
batallas de la juventud, a la santa soledad. En ella se hallaba muy bien, según escribe pocos
meses antes de morir en Ubeda el 14 de diciembre de 1591.
A diferencia de otros místicos, Santa Teresa, por ejemplo, vida y obra están en él disociadas.
Su característica como escritor es el desligamiento del mundo real. En su poesía aparece
reflejado lo sensible en imágenes de luminosa belleza, pero falta la emoción directa del
paisaje, tan viva en fray Luis de León. Su misticismo es sin duda resultado de la experiencia
psicológica, pero no escribe estas experiencias. Las trasfunde y proyecta sobre un plano
puramente poético, metafísico. No hay en su obra exposición ascética. En su escala
ascendente hacia la unión perfecta con el Amado, con Dios, parte casi del límite a que llegan
los otros místicos, de la Noche oscura, en las fronteras ya de la vía unitiva.
Su doctrina se basa en el aniquilamiento de las potencias del alma, que resume en algunos
aforismos:
"Quien supiere morir a todo, tendrá vida a todo".
"Para venir a gustarlo todo, no quieras tener gusto en nada; para venir a saberlo todo en todo,
no quieras saber algo en nada. Para venir a serlo todo no quieras ser algo en nada".
Es la filosofía de la unidad absoluta. De la negación de lo accidental para penetrar en las
esencias.
A diferencia también de Santa Teresa, en quien el sentimiento de la humanidad y de la
corporeidad de Cristo es tan vivo, San Juan se desentiende de todo lo sensible y casi rechaza
el culto a las imágenes. Llega así en su exaltación a los linderos del quietismo heterodoxo;
linderos que, sin embargo, no traspasa, porque dotado de una auténtica humildad, acepta
siempre sinceramente la doctrina de la Iglesia.
Todo, en fin, aparece transfigurado en la obra de San Juan. Obra de evasión absoluta de la
realidad, de pura e intensa vibración espiritual. Por eso, doctrina, sentimiento, experiencia
de la vida interior se resumen en la obra más breve que se conoce de un poeta mayor: en tres
poemas cortos en los que vemos recorrer a su alma los estados completos de la escala mística.
Noche oscura del alma o "Canciones del alma que se goza de haber llegado al alto estado de
la perfección, que es la unión con Dios, por el camino de la negación espiritual".
El cántico espiritual o "Canciones entre el alma y el Esposo".
Llama de amor viva o "Canciones del alma en la íntima comunicación con Dios".
En total cincuenta y una liras, estrofa que en su poesía y en la de fray Luis de León, que
también la cultiva con preferencia, llega a la perfección. En ellas se concentra con la máxima
espiritualidad, la vehemencia erótica de un amor inefable. A fuerza de espiritualizar el
mundo sensible, llega San Juan a extremos donde la casta exaltación de su alma tiene que
acudir a imágenes de una sensualidad ardiente. Así, en algunas estrofas del Cántico
espiritual -inspirado en el Cantar de los Cantares- o en las finales de la Noche oscura,
cuando el Amado se abandona sobre el pecho florido de la esposa, del alma, acariciado por
las suaves brisas de los cedros.
Expresa así San Juan la unión absoluta del místico con Dios. Rara vez la entrega amorosa se
ha cantado con mayor intensidad, emoción y belleza. Véase cómo termina:
Quedéme y olvidéme,
el rostro recliné sobre el Amado, 
cesó todo y dejéme
dejando mi cuidado
entre las azucenas olvidado.
Ardor, vuelo del espíritu, sentimiento de lo inefable, misterio y luz, todo con una armonía de
lenguaje nunca superada en español. Si la poesía de fray Luis alcanza mayor universalidad
en cuanto representa la alianza entre el sentimiento y la contemplación intelectual; la de San
Juan es la más pura en cuanto a la alianza de la belleza y la íntima tensión del espíritu. Sería
ilustrativo para explicar las diferencias entre los dos poetas la comparación de la Noche
serena de fray Luis con la Noche oscura de San Juan. Fray Luis parte de la sensación directa
del cielo estrellado para elevarse de la emoción a la idea. En San Juan, la noche es simple
imagen de un estado interior desde el que su alma sale y se lanza hacia la fusión absoluta
con las esencias, en la que, como él dice, todos los sentidos quedan suspendidos.
San Juan escribió algunas otras poesías breves, glosas, canciones, romances, de escasa
importancia comparadas con las tres anteriores.
Su prosa -cuatro largos tratados- está dedicada a explicar, verso por verso, la doctrina
sintetizada de sus poesías. A las ocho estrofas de la Noche oscura dedica dos tratados: uno
del mismo título y la Subida al monte Carmelo. Los otros dos, de titulo análogo al de las
poesías correspondientes, son el Cántico espiritual y Llama de amor viva. Son en cierto
modo la exposición más profunda de la metafísica en que el misticismo se apoya.
Literariamente tienen un doble valor: el de la belleza de su prosa, de calidad idéntica a la de
su poesía y el de ser una explicación completa, en forma que pocas veces se encuentra en la
literatura, de la significación espiritual y estética de cada palabra de las usadas por el poeta.
Su capacidad de abstracción es extraordinaria. Por eso la prosa de San Juan no suscita en el
lector ni el eco que responde a su lirismo ni el que responde a la prosa humana de Santa
Teresa o a la prosa modelo de equilibrio intelectual de fray Luis. Es en el fondo el mundo de
San Juan, mundo que sólo por la virtud poética se comunica, difícil de racionalizar. El mismo
lo advierte en un pasaje del prólogo al Cántico espiritual.
"Y así -dice aludiendo a los misterios del estado místico-, aunque en alguna manera se
declaran, no hay para qué atarse a la declaración, porque la sabiduría mística, la cual es por
amor, de que las presentes canciones tratan, no ha menester distintamente entenderse para
hacer efecto de amor y aflicción en el alma: porque es a modo de la fe en la cual amamos a
Dios sin entenderle".
Después de los grandes místicos, los escritores más importantes sin duda en la literatura
castellana de su tiempo, la capacidad de creación poética pasa a manos de los escritores
profanos. Con ellos, sobre todo con Cervantes y Lope de Vega, el arte español llega a una
plenitud no igualada después.
Es un período en que la rica vena de esplendor va mostrándose en las diversas modalidades
de las letras españolas.