LITERATURA ESPAÑOLA - El siglo XV. Fin de la Edad Media. Prerrenacimiento
EL HUMANISMO
Literariamente, el aspecto quizá de mayor significación en una visión global de la época, no
tanto por su valor intrínseco sino como base de los cambios que advertiremos en la poesía y
en la prosa, es el desarrollo de un humanismo incipiente, clara anticipación del renacentista.
Debido a la influencia italiana, adquiere ímpetu en la época de Juan II y está representado
quizá mejor que por nadie por la figura de Alonso de Cartagena (1384-1456), hijo de Pablo de
Santa María. Fue Santa María gran rabino de la sinagoga de Burgos y, luego de convertido al
Cristianismo, obispo de su diócesis y una de las primeras figuras de la Iglesia española.
Inició los estudios bíblicos y hebraicos en este primer momento del humanismo español. Su
hijo, obispo también de Burgos, asistió al concilio de Basilea y fue amigo de uno de los
humanistas italianos más influyentes entonces, Enea Silvio Piccolomini, el papa Pío II.
Tradujo, entre otros autores clásicos, a Séneca y a Cicerón, comentó la Etica, de Aristóteles.
Dice Menéndez Pelayo que el nombre de Cartagena se encuentra en toda empresa de cultura
durante el reinado de Juan II. Discípulos suyos o beneficiarios de su inspiración, fueron otros
cultivadores distinguidos de las humanidades: Diego Rodríguez de Almela, Alonso
Fernández de Palencia, educado en su casa, o Juan de Lucena, autor del diálogo de Vita
Beata, en el cual Cartagena departe sobre la felicidad con el marqués de Santillana y Juan de
Mena.
Hacia la mitad del siglo, en 1443, Alfonso V de Aragón conquista el reino de Nápoles y
preside allí una corte literaria que rivaliza ventajosamente, como más próxima a las fuentes
del Renacimiento, con la castellana de Juan II. Se cultiva en ella como lengua principal el
latín, y junto a famosos humanistas italianos -Eneas Silvio Picolómini, Filelfo, Lorenzo Valla-
se distinguen otros de procedencia aragonesa, valenciana o catalana, como Luciano Colomer
o Ferrando Valenti.