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LITERATURA ESPAÑOLA - Siglo XVII: el Barroco y la decadencia
LA NOVELA PICARESCA, LA NOVELA CORTA Y EL COSTUMBRISMO
EVOLUCION POSTERIOR DE LA PICARESCA.
- Después del Guzmán de Alfarache, la
novela picaresca, igual que ocurrió antes con la pastoril o los libros de caballerías, se
multiplica. En general sigue el patrón fijado por Mateo Alemán, por lo menos hasta que
Quevedo publica El Buscón (en 1626) obra en la que entran nuevos elementos estilísticos.
Puede señalarse en el desarrollo de conjunto un cierto proceso de diversificación. En algunas
novelas domina lo narrativo y se suaviza el moralismo amargo. Así, en una de las más
entretenidas, La vida de Marcos Obregón (1616), de Vicente Espinel, donde a través de los
recuerdos del narrador se filtran algunos rayos de optimismo, o Alonso, mozo de muchos
amos (1626), de Jerónimo Yáñez, inspirada más en la fórmula del Lazarillo que en la de
Guzmán. En otras, a la narración de aventuras se añade un elemento descriptivo; por
ejemplo, en la segunda parte del Guzmán de Alfarache, de Juan Martí, escrita en 1602, antes
que Alemán redactase la segunda suya, o en la continuación del Lazarillo, de Juan de Luna
(1620).
La pícara Justina (1605), atribuida a Francisco López de Ubeda, inicia la no- vela de
protagonista femenino, continuada por Castillo Solórzano, en Las arpías en Madrid (1631) y
La garduña de Sevilla (1642), o por Salas Barbadillo en La hija de Celestina (1642).
Al fin de la evolución estilística del género se va perdiendo la nota que caracteriza realmente
a la novela picaresca: el que el autor tome el punto de vista negativo del pícaro para la
valoración de la vida. En El Diablo cojuelo (1640), de Vélez de Guevara, el pícaro como tal ha
desaparecido. Es el demonio Asmodeo quien hace ver al estudiante Cleofás el espectáculo
social de la vida en Madrid, Sevilla y otros lugares. Quevedo, con los Sueños, anteriores a la
obra de Guevara, marca aquí también la superación de la picaresca. Se pasa a la sátira
desrealizadora o al simple cuadro de costumbres.