LITERATURA ESPAÑOLA - El Renacimiento: época de los Reyes Católicos
LA POESIA POPULAR Y EL ROMANCERO
OTROS TIPOS DE ROMANCE. - Casi al mismo tiempo que los romances viejos o arcaicos
nacen otros a los que se da el nombre de "juglarescos". Son éstos los compuestos por los
juglares, a partir del siglo XIV, a imitación de los derivados de los viejos temas épicos, bien
sobre variaciones de los mismos temas, bien sobre sucesos históricos recientes que
impresionan la imaginación del pueblo para quien se cantaban los romances, o bien sobre
temas novelescos. Así, a las figuras heroicas primitivas van añadiéndose otras como don
Pedro I o Fernando IV, el Emplazado.
Entran en el Romancero asuntos de la antigüedad clásica como la guerra de Troya, o
episodios de la historia de Roma; y temas modernos. La materia caballeresca será mina
abundante del romance. Figuras procedentes del Ciclo Carolingio -Gerineldo, el conde
Claros, don Gaiferos, Melisenda, Valdovinos y el marqués de Mantua- llegan a ser
popularísimos y dan origen a algunos de los romances más bellos. Los hay también del ciclo
artúrico -Tristán y Lanzarote. Son los romances que citaba don Quijote.
Una de las formas principales de estos romances juglarescos es la de los llamados "moriscos",
donde se recogen los últimos fulgores de la vida árabe en la península, y los "fronterizos"
sobre las relaciones, pacíficas o guerreras, de caballeros cristianos y moros en los siglos
finales de la reconquista: "Abenamar, Abenamar", "La conquista de Antequera", "La pérdida
de Alhama", "El sitio de Baza", "Jugando estaba el rey moro" y otros muchos son pequeñas
maravillas poéticas que han recorrido el mundo e inspirado a poetas y novelistas, desde
Pérez de Hita y el anónimo autor de la Historia de Jarifa y Abindarráez hasta Chateaubriand
y Víctor Hugo.
Hay, por último, romances novelescos y líricos de extraordinaria delicadeza: "Blanca niña",
"El conde Olivos", los romances de la "Infantina" y "Delgadina", el "Romance del prisionero",
"Fontefrida", "Rosa fresca", o el del misterioso encuentro del conde Arnaldos con el marinero,
que Menéndez Pidal estudió como muestra de la depuración lírica a que puede llegar la
tradición a través de los siglos.