LITERATURA ESPAÑOLA - Francisco de Quevedo
EL FIN DEL TEATRO CLASICO: CALDERON Y SUS CONTEMPORANEOS
CARACTER, SIGNIFICACION Y VALOR DEL DRAMA CALDERONIANO. - Calderón no
fue un creador en el sentido que lo fue Lope. En su teatro no sólo sigue las líneas generales
trazadas por Lope y continuadas por sus discípulos, sino que repite con pocas excepciones
los temas ya tratados por ellos. Su importancia suma -al punto de haber sido considerado
especialmente durante el romanticismo, como uno de los más grandes dramaturgos de todos
los tiempos- consiste en haber llevado a la perfección el sistema dramático de la "comedia"
española.
Calderón no inventa nada. Lo que hace es ordenar, estilizar e intensificar una visión
dramática del mundo y una técnica teatral que recibe ya plenamente elaborada. Su drama es
la culminación de un rico proceso artístico.
Al estilo, casi siempre espontáneo de Lope, se contrapone en las comedias de Calderón, una
técnica esquemática, rigurosamente lógica, en la que todo está calculado, caracterizada por la
claridad en el planteamiento y desarrollo del conflicto dramático. La acción se unifica: las
acciones o intrigas secundarias que Calderón introduce de acuerdo con la estética teatral
lopesca son en sus comedias enteramente accesorias, ornamentales. Se entrelazan
artificialmente con la acción principal y podrían suprimirse sin que el drama cambiase en lo
esencial.
Esta concentración de lo dramático se traduce en otros dos caracteres específicos del teatro
de Calderón, que lo diferencian también grandemente del de Lo-pe: el predominio del
protagonista y la sistematización ideológica de los motivos y sentimientos básicos de la
comedia del Siglo de Oro. En Lope, el protagonista ni se acusa, salvo excepciones, con mayor
vigor que otros personajes, ni el drama o la comedia gira exclusivamente en torno de él. En
las grandes obras de Calderón el protagonista lo domina todo: Pedro Crespo en El alcalde de
Zalamea, Segismundo en La vida es sueño, don Gutierre en El médico de su honra. Y lo
mismo ocurre en El príncipe constante, El mágico prodigioso, etc. Al centrarse el drama en
un personaje, lo subjetivo adquiere una importancia que no tiene en Lope. El conflicto se
hace interior. De ahí el esencial carácter dramático del monólogo calderoniano en tanto que
el monólogo lopesco es casi siempre lírico, y con frecuencia independiente de la acción.
En esta manera de concebir a los personajes principales se ve claramente la otra característica
fundamental del drama calderoniano: su contextura ideológica. Podría decirse que en el
teatro de Calderón las ideas y los conceptos determinan siempre los hechos y las acciones. La
substancia del teatro de Lope es vital; la del de Calderón abstracta, conceptual. Por eso los
tradicionalistas del siglo XIX vieron en su teatro y no en el de Lope la síntesis del espíritu
español de su época. Calderón fue aclamado entonces como el gran dramaturgo del honor,
del sentimiento democrático, dentro del acatamiento a la monarquía absoluta, y de la fe
católica.
El de Lope es un teatro rápido, impresionista, dinámico. El de Calderón, lento, expresionista,
estático, aunque, a primera vista y en algunas obras, por ejemplo en las comedias de capa y
espada, como Casa con dos puertas o La dama duende, dé una sensación de mayor
movimiento, de extraordinaria complicación en la intriga. En Lope hay una fluidez de la
acción que no existe nunca en el teatro de Calderón, donde el movimiento no resulta del
ímpetu vital, irreflexivo de los personajes como en Lope, sino que es más bien un
movimiento ilusorio como el de las columnas retorcidas de los retablos barrocos. Muchas
veces la sensación de movimiento se transmite mediante la simple intensificación estilística
del lenguaje conseguida por la acumulación de largas relaciones, tropos y toda clase de
artificios retóricos.
Es, en resumen, el drama de Calderón un drama esencialmente teatral y teatralizado, si se
nos permite el pleonasmo. Todo está en él combinado para realzar el efectismo dramático y
dar virtualidad a la estricta concepción ideológica del mundo en que se cristaliza el
pensamiento español del siglo XVII.