LITERATURA ESPAÑOLA - Cervantes
EL "PERSILES"
Cervantes acaba su obra con una novela totalmente poética, La historia de los trabajos de
Persiles y Segismunda, escrita en los últimos años de su vida y publicada uno después de su
muerte.
El creador del Quijote, el raro inventor, viejo y cansado, no cae en el desaliento que por
aquellos mismos años invade las páginas de la novela picaresca. Se entrega, por el contrario,
al idealismo desenfrenado y crea en el Persiles un mundo en el que no faltan sufrimientos,
desdichas ni dramas, pero en el que todo aparece purificado por la belleza ideal, por el
triunfo de la nobleza de espíritu, encarnada en la figura de los dos amantes protagonistas de
la obra.
Literariamente el Persiles reúne mejor que ninguna otra obra los tres atributos con que lo
poético se presenta en Cervantes: a) exotismo; b) ser una historia de amor y aventuras,
consistentes éstas principalmente en vencer los obstáculos que se oponen a la realización del
amor, perfecto por su pureza; c) prosa refinada, esencialmente literaria, opuesta por su
elegancia estilizada a la naturalidad dominante, aunque no exclusiva, en el Quijote y algunas
novelas ejemplares. Pertenece, pues, a lo que podemos llamar la vertiente romántica o, con
mayor exactitud, plenamente barroca, de Cervantes. En ella se estiran los límites de la
imaginación más allá de los confines de lo real. La vida se presenta regida por la
coordinación del Amor, el Esfuerzo y la Belleza.
Antes, en las novelas más aparentemente realistas, Rinconete, La gitanilla, La ilustre fregona,
la poesía, la estilización artística, los valores ideales se transparentaban por todas partes. En
el Persiles, en cambio, envuelta en un halo puramente poético, se transparenta la realidad
moral y psicológica, es decir, la pintura de las reacciones del ser humano traducida en
normas de conducta ante problemas cuya esencia es vital, no ficticia.
Por el tema, la técnica y el desarrollo, se clasifica al Persiles entre las novelas bizantinas,
género literario derivado de la Odisea que combina lo histórico, real o imaginado, con lo
sentimental. En la novela de este tipo suelen narrarse los viajes, aventuras, naufragios,
peripecias y peregrinaciones -los trabajos- de dos amantes casi siempre de sangre real,
separados por la adversidad hasta que logran reconocerse y reunirse después de muchos
años. La fuente inmediata de Cervantes fue Teágenes y Cariclea, novela griega de Heliodoro
(s. ni de J. C.). Siguiendo bastante libremente este modelo, Cervantes cuenta la historia de
Periandro y Auristela, que, fingiéndose hermanos, habían emprendido un viaje para huir de
ciertos peligros. Separados pronto, recorren, cada uno por su lado, medio mundo, y
encuentran innumerables personajes. En los últimos capítulos se aclara su identidad y como
Periandro era el heredero del reino de Tule, y Segismunda hija del rey de Frislanda, se da
cuenta de la razón de su viaje y de por qué se fingían hermanos; se descubre su amor y
reunidos en Roma, la ciudad eterna, Maximino, hermano de Persiles, los une en matrimonio
y les anuncia que son herederos de los dos reinos.
Intercalados en la historia -según la estructura común en la novela del siglo XVII, visible en
el Quijote-, Cervantes añade una serie inmensa de episodios, anécdotas y cuentos, que
muestran cómo hasta el fin conservaba viva su incomparable imaginación creativa.
La posteridad relegó a lugar secundario esta novela realmente encantadora. El gusto por lo
poético de algunas generaciones actuales, unido a la revalorización que la crítica
contemporánea ha hecho del barroco, le ha concedido atención y empieza a situarla entre las
creaciones perdurables de la literatura española y a sentir la grandeza de este momento final
en la vida de Cervantes. Viejo y ante las puertas de la muerte, conserva aún la potencia
inventiva de su genio, se entrega en brazos de lo maravilloso sin perder por eso su profundo
sentido de lo humano. La novela está concebida dentro del reino de la quimera, en la
embriaguez de la ficción poética, pero sus personajes son, en el fondo psicológico y moral,
tan humanos y reales como las otras criaturas de la fantasía cervantina.
La producción cervantina se cierra con esta obra, así como la vida del escritor; pero el
"cervantismo" es fecundo en obras y en "cervantófilos", como Menéndez Pidal, Rodríguez
Marín, Bonilla, etc.