LITERATURA ESPAÑOLA - Cervantes
OBRAS MENORES. LA POESIA Y EL TEATRO
LOS "ENTREMESES". - Lo verdaderamente perdurable del teatro de Cervantes son sus
Entremeses, pequeños cuadros cómicos, a la manera de los "pasos" de Lope de Rueda, pero
mucho más ricos en movimiento escénico, variedad de personajes y observación psicológica
que los del maestro. A los ocho publicados con las comedias -El juez de los divorcios, El
rufián viudo, La elección de los alcaldes de Daganzo, La guarda cuidadosa, El vizcaíno
fingido, El retablo de las maravillas, La cueva de Salamanca y El viejo celoso- la
investigación posterior ha añadido cuatro más, dando pruebas bastante convincentes de la
atribución a Cervantes: Los habladores, La soberana Virgen de Guadalupe, La cárcel de
Sevilla y El hospital de los podridos.
La naturalidad del lenguaje, vivo e ingenioso, el fiel y a la vez irónico reflejo de las
costumbres, la maestría en delinear tipos y caracteres, cualidades todas de los entremeses,
nos hacen recordar el arte de las Novelas ejemplares. Son modelo también estas pequeñas
piezas teatrales de humor comprensivo de las debilidades humanas, y de esa extraordinaria
capacidad cervantina para entender los móviles de la conducta en la vida real. Numerosos
tipos humanos -valentones, jaques, viejos lascivos, mujeres despreocupadas, maridos
confiados, estudiantes, soldados, alcaldes, jueces, escribanos y alguaciles- quedan perfilados
en la escena con mano maestra. Con espíritu libre de farsa, Cervantes plantea y resuelve
cómicamente arriesgadas situaciones morales. En El juez de los divorcios, El viejo celoso o
La cueva de Salamanca, por ejemplo, se tratan con gran tolerancia problemas de burlas o
desavenencias matrimoniales.
Pero quizá lo más sorprendente y característico de los Entremeses sea la destreza en llevar a
un ambiente, al parecer enteramente realista y cómico, la sombra de la poesía, de lo
maravilloso, del "engaño a los ojos" que la realidad es para Cervantes. La apostura arrogante,
el gesto desproporcionado del soldado en La guarda cuidadosa son la estilización grotesca
de lo falso heroico. En La cueva de Salamanca, el barbero, el sacristán y el estudiante,
confabulados con dos mujeres desenvueltas, acuden al subterfugio de la magia para
embaucar a Pancracio, el crédulo marido de Leonarda. En El retablo de las maravillas dos
actores pícaros, Chanfalla y la Chirinos, sugestionan a un pueblo entero con los más grandes
disparates, por la pura sugestión de la fantasía. Y en Los habladores, Cervantes muestra con
un humor puramente lingüístico el poder también engañoso de la palabra, de la pirotécnica
verbal.
Es decir que hasta en un plano tan aparentemente real, de literatura costumbrista, como el de
los Entremeses, encontramos ese doble fondo permanente de la visión genial de Cervantes:
la disonancia y armonía entre vida y poesía; entre el mundo necesario, condicionado, de las
realidades materiales y el mundo libre, arbitrario, de la imaginación. En el descubrimiento
de la interrelación entre esos mundos y en haber sabido dar plasticidad artística a ese
descubrimiento consiste la gran invención de Cervantes. Es la base estética y espiritual de la
historia del caballero manchego.