LITERATURA ESPAÑOLA - Cervantes
Todos los hilos de la literatura española de su tiempo confluyen en la figura de Cervantes, a
quien la crítica se inclinó durante mucho tiempo a considerar como "un ingenio lego"; es
decir, como a escritor sin estudios académicos y de cultura deficiente. Según esta
interpretación, el Quijote más que resultado de un pensamiento consciente, fue el producto
maravilloso de un acierto casualmente genial. Hoy son pocos los conocedores de la literatura
que mantienen tal tesis. Américo Castro, Toffanin, Mario Casella, entre otros, han probado
hasta qué punto Cervantes, a pesar de no haber seguido estudios formales, salvo en los años
de su infancia, conocía la cultura del Renacimiento y estaba penetrado de su espíritu. Nadie
discute ya que Cervantes sea uno de los pocos escritores en la literatura mundial de su época
en cuya obra el humanismo renacentista se vacía no sólo en nuevas formas artísticas sino en
un nuevo concepto total de la vida y el hombre. El crítico italiano Toffanin en su libro El fin
del humanismo (La fine del Umanesimo) -estudio penetrante sobre la crisis del espíritu
europeo en su paso del Renacimiento al barroco- va aun más lejos. Para él, sólo Cervantes y
Shakespeare -su hermano gemelo en este momento de la evolución literaria- fueron capaces
de transfundir la visión idealista de sus predecesores a una profunda concepción artística de
la humanidad con sus problemas, miserias y alegrías. El gran novelista español y el gran
dramaturgo inglés, sin abandonar los ideales estéticos de su tiempo, hacen entrar en la
literatura las preocupaciones morales del hombre, que los poetas del siglo XVI habían
olvidado en sus esfuerzos por captar una belleza que cada vez se convertía en más artificiosa.
Situada así, la personalidad literaria de Cervantes emerge como la cumbre de su período. Su
obra es el vértice a que llegan todas las tendencias de la literatura narrativa anterior y del
que parten todas las de la literatura que le sigue. Su posición es análoga a la que ocupa Lope
de Vega en la evolución del teatro español. Por eso se acostumbra a dividir la historia de la
novela y el teatro españoles en dos grandes períodos: novelistas anteriores y posteriores a
Cervantes: dramaturgos anteriores y posteriores a Lo-pe. Ambos forman, cada uno en su
género, la divisoria.
Cervantes, como figura central, lo renueva todo. En el terreno de los géneros literarios funde
en una técnica que él inventa las formas de la novela cultivadas hasta entonces, de todas las
cuales hay muestras en el Quijote y en las Novelas ejemplares. Pero en Cervantes cada una
de esas formas, sin perder enteramente sus caracteres literarios distintivos, se ordena dentro
de un conjunto del que sale la novela transformada en lo que después fue: el intento de
reproducir, por medio del arte narrativo, la vida en su compleja totalidad, con lo que el
hombre hace, piensa, siente o imagina; y con la reacción que eso que él hace, piensa, siente e
imagina suscita en los otros hombres con quienes entra en contacto.
En el terreno del estilo, la prosa cervantina armoniza la retórica culta característica de la
lengua escrita en casi todos los autores del siglo XVI con la naturalidad familiar de la lengua
hablada, de la que aprovecha incluso las maneras más extremas, como la germanía de
rufianes y pícaros.
En el terreno del espíritu -de la concepción del hombre y de la vida-los ideales de todo el
siglo XVI no desaparecen, pero se templan al ser sometidos al escrutinio de la razón; y al ser,
contrastados con la realidad en su doble sentido: la realidad íntima del ser humano y la
realidad objetiva, externa, de la vida social.
Dentro de la historia del espíritu español, él como nadie entiende, reflejándolas en su obra,
las dos posiciones extremas del alma castellana: la realista, que ignora la poesía que
trasciende de las cosas, y la idealista, incapaz de sentir las limitaciones que al ideal y a la
acción pone el mundo.