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GEOGRAFIA ECONOMICA - Regiones naturales
TIERRAS HABITABLES E INHABITABLES
Los ciclos de lluvias y sequías han sido históricamente registrados y desde muy antiguo se
mantiene la tradición de los años de las vacas gordas y de las vacas flacas. Es posible que en
épocas remotas algunos de los desiertos africanos y asiáticos hayan sido más favorecidos de las
lluvias que en la época presente. Fue la práctica de la agricultura y de la cría de animales
domésticos lo que estableció la clasificación definitiva entre tierras habitables y tierras
inhabitables. También es posible que la industria humana llegue a corregir en parte la crónica
esterilidad de algunas de esas tierras. Es, como tantos otros, un problema de utilidad y de
rendimiento. Si llegasen a retribuir el esfuerzo, porciones del desierto pasarían a ser tierras de
cultivo.
Afortunadamente, la humanidad no se halla aún en trance de apartarse de la ley del mínimo
esfuerzo, pues le quedan recursos poco menos que inagotables en las tierras feraces y
productivas. Seguramente, en caso de apremio, atacaría antes las vastas extensiones semiáridas
de estepas que suman en conjunto unos 50 millones de kilómetros cuadrados. La palabra estepa
es de origen ruso y se aplica a las dilatadas llanuras que empiezan en el norte del Cáucaso, entre
el mar de Azov y el mar Caspio, y se prolongan por miles de kilómetros, hasta el estrecho de
Bering. Imponente como la Siberia es la inmensa estepa canadiense que va desde la provincia de
Quebec hasta las soledades del río Mackenzie y el océano Artico. América del Sur tiene también
vastas regiones este-parias: desde el Chaco paraguayo hasta la Patagonia, la célebre pampa se
tiende entre la cordillera de los Andes y las ricas tierras aluviales de la cuenca del Plata. Entre
los valles ubérrimos del Brasil campean las estepas en el altiplano. Australia es lo bastante
grande para tener desiertos y buenas tierras de cultivo y, también, para tener estepas en
abundancia.
¿Qué diremos de las tierras que no son desiertos ni estepas, pero que tampoco son aptas para la
vegetación y la vida del hombre? La Antártida, asentada sobre el Polo Sur, excede dos veces la
extensión del Brasil, sin que sostenga un sólo habitante ni acoja muy cariñosamente a los
contados exploradores que la visitan. Tanto la Argentina como Chile mantienen allí misiones
científicas y destacamentos militares que aseguran su soberanía. La tierra continental es
prácticamente inaccesible, aunque los pájaros vuelan sobre ella y la vida animal y vegetal no
está totalmente ausente. También en el norte de América se levanta la helada meseta de
Groenlandia, la isla mayor del mundo, con sus pisos de hielo superpuestos hasta ganar alturas
considerables; y al oeste de Groenlandia, la dispersión de islas canadienses ofrece espacios tan
dilatados como inhóspitos en islas tan inmensas como la de Baffin, de Victoria o de Ellesmere.
En el mundo ártico, como en el antártico, hay tierra en abundancia; lo que no hay es la
posibilidad de habitarla o de hacerla productiva. Económicamente, hoy por hoy, es un pasivo.
No termina aquí el inventario de la tierra inútil, inhabitable o improductiva. Las altas montañas
de las tierras templadas o frías son zonas vedadas a la permanencia del hombre. Incluso en las
tierras tropicales, la habitación del hombre no traspasa los 4.500 metros de altura. La vegetación
suele señalar muy claramente hasta dónde le es permitido al hombre establecer sus reales:
cuando
el pino u otra especie conífera no arraiga, el hombre tampoco; cuando la planta no
respira, el hombre se ahoga. Hay, además, las vertientes muy pronunciadas, los riscos, las
superficies rocosas, los médanos movibles, los pantanos, las tierras salobres, los bancos
inundables, las tierras insalubres y las tierras esquilmadas por impericia, desidia o barbarie.
Todo ello suma millones de kilómetros cuadrados. Hay naciones florecientes, como Suiza,
donde la tierra aprovechable es muy poca. Hay regiones sumamente feraces de Africa y
América donde el hombre no ha penetrado aún. A pesar de los muchos progresos, la ordenación
económica se halla en la mera infancia.