GEOGRAFIA ECONOMICA Fuerza y energía
ENERGIA POR EL VAPOR. EL CARBON
La revolución consistió en el aprovechamiento de la energía y en la multiplicación de la fuerza.
Esta fuerza no exigía una caída de agua para mover la turbina y podía producirse en cualquier
parte del planeta con tal que hubiese fuego para calentar la caldera y producir el vapor. Incluso
se aplicaba a los trenes y a las embarcaciones, multiplicando su velocidad. Pero, como es natural,
se precisaba combustible que dentro del menor volumen pudiese producir mayor calor, más
número de calorías: nada mejor que el carbón mineral, y entre el carbón mineral la hulla de
llama larga, adecuada para calentar una superficie redondeada como la de la caldera. Inglaterra
y Gales, los países de la hulla seca, poseían el principal elemento de combate en la nueva lucha
industrial; nada de particular tiene que se desarrollase allí primero que en parte alguna, la
manufactura en gran escala, los trenes con tracción de vapor, y la navegación también de vapor,
en grandes unidades que podían ir más lejos y con mayor seguridad y menos tiempo.
Claro que también había carbón en el continente europeo, lignito en su mayor parte, y la
suficiente hulla para desarrollar una industria que nada tuviese que envidiar a la británica. Y
también lo había en los Estados Unidos, donde, con la llegada de la inmigración europea, se
produjo la industrialización del país. Pero también había carbón, bueno y abundante, en China y,
sin embargo, la revolución industrial no penetró, salvo en focos aislados que promovieron los
europeos. ¿Por qué? Porque la tradición no le acompañaba, porque era un país recluido en sí
mismo, su industria no había trascendido el empirismo medieval y, por lo tanto, carecía de
capitales con que fundar una industria moderna y costear sus cuantiosas instalaciones. Entre los
pueblos modernos y los retrasados, la diferencia sustancial consiste en que éstos desconocen el
valor de la fuerza y la energía inanimadas y no han aprendido el arte de hacer trabajar a los
elementos de la naturaleza por cuenta y a beneficio del hombre.
El carbón no solamente es utilizado como combustible para la producción de energía llamada
térmica que, en este caso, quiere decir la consecución de altas temperaturas para la utilización de
vapor a presión, sino que es a la vez un arsenal de materias primas indispensables a la industria
moderna: por ejemplo, en la fabricación de coque, 910 kilogramos de carbón proporcionan 12
kilogramos de sulfato de amoníaco, utilizado en la refrigeración, en la fabricación de explosivos
y otros productos químicos; 45 litros de alquitrán, utilizado para colorantes de anilina y otros
fines; 190 litros de aceites ligeros, que tienen múltiples aplicaciones: 3.475 metros cúbicos de gas
para alumbrado y calefacción, y 660 kilogramos de coque metalúrgico. Modernamente ha sido
utilizado con éxito en la fabricación de petróleo sintético. Sus reservas subterráneas son
inmensas, casi podría decirse inagotables. Se trata de los grandes bosques y vegetación
exuberante que cubría la tierra en períodos prehistóricos y que por la contracción que sufrió el
planeta a consecuencia de un rápido enfriamiento interior quedaron sepultados en el subsuelo,
habiéndose petrificado. No hay ningún continente y son muy pocos los países que no tengan
carbón en abundancia. Lo que pasa es que muchos no explotan sus yacimientos por falta de
capitales o porque la exigüidad de su consumo hace que resulte más económico importarlo de
los países que son grandes productores.
Gran Bretaña y los Estados Unidos son los principales productores de carbón, en cantidades y
calidades muy análogas. Hay minas de Gran Bretaña que vienen explotándose hace dos mil
años, y muchas están a profundidades superiores a 1.000 metros. La ventilación de las galerías,
el bombeo del agua y la elevación del carbón a la superficie son trabajos costosos. Por este y
otros motivos la producción de carbón en Gran Bretaña sufre una crisis aguda. Aunque en el
continente europeo el carbón es relativamente abundante en todas partes, las zonas carboníferas
más importantes son la de Westfalia y el Sarre en Alemania, la del Sambre-Mosa en Francia y
Bélgica, la de la Alta Silesia en Polonia y las del Donets y Tula en la U. R. S. S. En los Estados
Unidos, la riquísima zona carbonífera de los montes Apalaches, en el centro-este, ocupa una
vasta región y ha sido un instrumento de gran valor en el desarrollo industrial de aquel país;
pero queda todavía la zona centro-oeste de las Montañas Rocosas que se extiende hasta el oeste
de Canadá y que es aún susceptible de explotación mucho más intensa. En América del Sur el
carbón es menos abundante que en, otras partes y las zonas mineras se reducen a la central de
Chile, al alto Perú, las cordilleras central y oriental de Colombia, y el sur del Brasil. La Segunda
Guerra mundial activó algo estas explotaciones, cuyas distancias de los mercados consumidores
reducen sus posibilidades. En China, cuyas reservas de carbones bituminosos se calculan las
mayores del mundo, las explotaciones más importantes se
concentran en la llamada Cuenca
Roja de Szechwen y en la provincia de Chansi. No falta carbón en el Japón, en la Indochina, en
Malaya y en Borneo, y recientemente se han modernizado las explotaciones de la India, que no
son muy abundantes.
El consumo mundial de carbón excede los 1.200 millones de toneladas anuales. De éstas, tan
sólo un 2 por ciento lo proporciona el hemisferio sur, el que, aparte la citada región central de
Chile, no tiene otras explotaciones de importancia que las del Transvaal y Natal, en la Unión
Sudafricana, y las del Estado de Nueva Gales del Sur, en Australia. Al ritmo de extracción y
consumo actuales se calcula que hay carbón debajo de la superficie para cientos de miles de
años, de modo que sus reservas no constituyen en modo alguno una preocupación.