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BOTÁNICA – Semilla y germinación
CONDICIONES NECESARIAS PARA LA GERMINACIÓN
Diversas son las condiciones necesarias para la germinación, fenómeno cuya finalidad es
capacitar al embrión para adquirir los caracteres de la especie a fin de constituir una planta
nueva.
Las condiciones naturales pueden ser internas o intrínsecas, dependientes de la propia
semilla, y externas o extrínsecas, si dependen del medio en que se encuentra la semilla.
Las condiciones intrínsecas, que deben ser satisfechas para que la semilla pueda germinar son:
madurez, buena constitución y vida del embrión.
Respecto a las condiciones extrínsecas o externas, ellas son las que determinan los primeros
fenómenos de la germinación. El principal factor externo que actúa sobre la germinación es el
agita. pues sin su concurso, aunque las demás condiciones sean satisfechas, las semillas no
pueden germinar. En las semillas de tegumento muy duro la germinación es dificultosa,
debido a su impermeabilidad al agua; en estos casos el hombre recurre a diversos medios con
objeto de facilitar la penetración del agua, sea rompiendo mecánicamente los tegumentos, o
sometiéndolos a la acción de ácidos que los corroen.
En algunas semillas de tegumento generalmente duro el agua penetra por el hilo dándole la
turgencia necesaria.
El agua es necesaria para la actividad de las células vivas de la semilla, las cuales elaboran los
elementos propicia-dores de la asimilación de las materias nutritivas existentes, solamente
después que vuelven a adquirirla tensión normal en el agua, que había desaparecido durante
la maduración.
Otro factor externo de importancia en los fenómenos de la germinación, es la temperatura.
Hay una mínima y una máxima, por debajo o por encima de las cuales cada especie vegetal no
puede pasar del estado de reposo al de vida activa. Entre los dos límites extremos de
temperatura se encuentra una óptima, en que la germinación, observadas las demás
condiciones intrínsecas y extrínsecas, se realiza con la máxima eficiencia.
Grados mínimos, máximos y óptimos de temperatura ya han sido estudiados para la mayoría
de las plantas domésticas, de modo que las operaciones agrícolas se pueden realizar con éxito
siempre que se observen las épocas apropiadas para la siembra de las diversas especies
vegetales, explotadas económicamente por el hombre.
Para el maíz (Zea mays), por ejemplo, la temperatura mínima es de 99 C., la máxima de 42° C.
y la óptima 33° C., no debiendo, por lo tanto, sembrarse en épocas en que se registren
temperaturas inferiores o superiores a esos límites.
También el aire influye sobre los fenómenos de la germinación. Cuando las semillas son
sembradas a una gran profundidad en un suelo muy compacto, no germinan, debido a la falta
de aireación y en consecuencia a la falta de oxígeno, que es absolutamente imprescindible
para la germinación, ya que produce la energía respiratoria sin la cual la planta no podrá
vivir.
Rarísimas son las especies vegetales dotadas de semillas capaces de germinar en un ambiente
exento de aire, como en los pantanos. Éstas son las semillas de las plantas acuáticas, dotadas
de dispositivos especiales que aseguran la respiración en un medio impropio.
La luz es un factor externo de alguna influencia sobre la germinación; sin embargo, en
numerosas especies las semillas son indiferentes a sus efectos. En muchos casos la luz ejerce
acción estimulante y en otros deprimente, por lo cual hay semillas que deben ser cubiertas por
la tierra en las sementeras, mientras que otras deben quedar en la superficie, expuestas a la
luz.
Finalmente, existe un reducido número de plantas cuyas semillas necesitan la presencia de
otros agentes externos de naturaleza química o biológica para que puedan germinar. Es el
caso de las orquídeas, en que la germinación solamente se realiza en presencia de hongos
especiales (en la naturaleza) o en medios químicos preparados ex profeso (en los cultivos
artificiales).