BIOLOGÍA - Instinto e inteligencia
EL ACTO INSTINTIVO
En general, instinto significa la capacidad de realizar cadenas de tropismos y reflejos que
conducen a un fin útil sin que el animal tenga en su mente este fin. Los actos instintivos son
innatos, estereotipados, no perfeccionables, y útiles para el individuo o para la especie.
Examinemos un ejemplo clásico descrito por Fabre.
Una avispa cazadora europea, la Sphex accitanica, a golpes de aguijón, paraliza una esperanza
(insecto ortóptero locustídeo) y la carga hacia el nido previamente confeccionado, un simple
agujero en la tierra. La presa permanece viva pero inmóvil, porque los aguijonazos alcanzan
exactamente los ganglios nerviosos, sin lesionar ningún órgano vital. Después de depositar un
huevo sobre el tórax de su víctima echada de costado, la Sphex cierra bien la entrada del nido
y vuela en busca de nueva caza. Nunca más volverá a aquel nido ni conocerá a la larva hija, la
cual, salida del huevo, roerá la esperanza viva y paralizada, regalándose con carne fresca
hasta completar su crecimiento.
Éste es uno de los casos maravillosos de conducta instintiva que despierta el mayor asombro.
La Sphex sabe encontrar la presa, aguijonearla con la técnica exacta y cargarla hacia el nido. Si
pusiese el huevo sobre el abdomen de la víctima, la larva comenzaría a roerla por allí, y
alcanzados los órganos vitales, la mataría precozmente y moriría ella misma intoxicada por
carne en descomposición. Lo mismo ocurriría si la avispa matase a su presa en vez de sólo
paralizarla. Si, por otra parte, la esperanza fuese encerrada en el nido viva y activa, moriría de
hambre en cinco días y entraría en putrefacción antes de satisfacer a la larva. Viva, pero
paralizada, resiste dos o tres semanas en ayunas, por no gastar energía en movimientos.
Si el protagonista fuese un hombre y no un insecto, le alabaríamos la clarividencia. Habría
demostrado que halló el mejor camino para realizar lo que tenía en la mente.
Pero es fácil demostrar que el insecto no tenía nada en la mente ni conocía su objetivo.
Cuando una Sphex, realizada la postura, comenzaba a cerrar el nido, Fabre la separó y
rápidamente retiró la esperanza con el huevo sobre el tórax. La avispa entró en el nido,
exploró, vio que estaba vacío, y, como si todo estuviese en orden, lo cerró con cuidado, se
lamió y voló.
Si tuviese conocimiento del objetivo de sus actos, no cerraría el nido; buscaría la caza robada o
iría en procura de otra. Pero todo lo que hizo fue una serie de reflejos, automáticos,
encadenados: el de aguijonear al ver la presa, el de empujarla al verla paralizada, el de cerrar
el nido después de introducirla en él y poner su huevo. Cada acto se enlaza con el anterior y
es su consecuencia necesaria.