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PSICOLOGIA - Primer contacto y visión panorámica
SUPERACION DEL MITO TRADICIONAL Y
FIJACION DEL CONCEPTO MODERNO DE
LA PSICOLOGIA COMO DISCIPLINA CIENTIFICA AUTONOMA
Las anteriores tentativas de aportar a la Psicología un objeto o materia de estudio sobre el cual
hubiese menos discusiones a priori y que fuese más asible o captable por la observación
directa de lo que eran el alma o el espíritu, lograron un avance en el sentido de permitir
diferenciar, descriptivamente, en ese plano de la "vida interior", diversas categorías de
fenómenos que se acusaban a la introspección como manifestaciones correspondientes a
estados bien distintos de la misma: lo que cualquiera siente en sí al escuchar una melodía
agradable, al contemplar una pintura o al leer un libro atrayente es algo bien distinto de lo que
siente cuando corre tras de un tranvía, cuando forcejea para transportar un pesado mueble o
cuando, en una carrera deportiva, se esfuerza en llegar primero a la meta.
En el primer caso, el plano de la conciencia se ve invadido por un conjunto de sensaciones y
percepciones acompañadas de un tono sentimental placentero y toda la persona se coloca en
la llamada "actitud contemplativa", dejándose, por así decirlo, pasivamente, penetrar por el
dolce far niente (o inacción) y olvidándose de todo cuanto no sea el goce contemplativo. En
cambio, en el segundo caso hay un propósito de alcanzar un resultado determinado y todos
los recursos personales se canalizan hacia la acción exterior para lograrlo: hay que subir y
agarrarse al vehículo en movimiento; hay que trasladar el peso hasta aquel rincón; hay que
llegar primero a la línea y tocar antes que nadie la banderita... En tales situaciones, lo que llena
fundamentalmente todo el campo de la conciencia son, de una parte, las imágenes de las
metas respectivas y, de otra, las impresiones de los esfuerzos que se están realizando, así
como rápidos sentimientos de esperanza o de decepción, cuyo contraste coloca al sujeto en
intenso estado de tensión emocional.
Ninguno de esos dos estados tiene, empero, nada que ver con el que se origina cuando una
noche, recogidos en la cama o en la quietud del hogar, empezamos a meditar y a pensar acerca
de
cualquier proyecto o problema a resolver. Entonces ya no nos ocupan ni los objetos
situados en el exterior, ante nosotros, ni tampoco actos que hayamos de realizar
inmediatamente. La llamada "corriente de la conciencia", escenario de nuestra vida interior,
nos presenta, engarzados en serie, una cantidad de pensamientos e ideas que forman juicios, y
éstos, a su vez, raciocinios, al fin de los cuales llegamos a marcar una conclusión y a adquirir
un criterio, es decir, una postura mental, una creencia y una decisión en potencia, para lo
futuro.
Pues bien, esos tres estados diferentes fueron bien estudiados, junto con muchos de los
elementos que los constituyen, por los partidarios de la tesis según la cual el objeto de la
Psicología es la descripción de los aspectos, apariencias y datos de la conciencia, considerando
a ésta como la forma de manifestarse a sí misma la actividad del Yo. Y de esta suerte surgió la
primera diferenciación funcional de los denominados estados, procesos, fenómenos o
funciones de "percepción" (en su doble modalidad, sensorial y sentimental), de "reacción" y de
"elaboración", en el territorio de la actividad consciente. Los psicólogos creyeron de mayor
interés, entonces, el estudio de estos últimos, o sea, del pensamiento, por considerar que eran
los que mejor diferenciaban al hombre de los demás seres vivos. Y así surgió, especialmente
durante los siglos XVII, XVIII, y XIX, un considerable número de trabajos en los que dominaba
la llamada tesis "asociacionista", el método de estudio "introspectivo" y el criterio
"racionalista" del Yo humano.
Faltaba, empero, dar un paso decisivo a la Psicología para poder ser considerada como una
fuente de conocimientos prácticos e inteligibles. Tenía que desembarazarse del concepto de
"conciencia", "mente" y de los subconceptos de "facultades" (pensamiento, sentimiento,
voluntad, etc.) para operar sobre algo que fuese realmente asible y experimentable por
cualquier estudioso, sin tener que recurrir a ese prodigio de "gimnasia mental" que consiste en
querer desdoblarse en sujeto y objeto de la propia observación. Algo así como si un acróbata
quisiera encorvarse de tal modo que pudiese contemplar su espalda.
Con razón y humorismo dijo, a fines del pasado siglo William James (en un folleto titulado:
¿Existe la conciencia?) que el intento de querer describir las fases de la vida interior
(consciente) mediante la técnica de la introspección era tan estúpido como el gesto de quien
quisiera ver la oscuridad y describirla mediante el truco de acercarse cautelosamente a una
habitación oscura y abrir rápidamente el conmutador de la luz...
Junto con este autor, Wundt, Ebbinghaus y Binet, en Europa, Tichner y Cattell en América
fueron los propulsores de la Psicología experimental actual.
Fue entonces cuando, en un cambio decisivo, a fines del pasado siglo, la Psicología se tornó
esencialmente dinámico-comprensiva y empezó a interesarse no tanto por la descripción de
los fenómenos de conciencia como por el estudio de los rendimientos y respuestas que el
hombre, considerado como un ser vivo indivisible, intencional y plástico, da a los diversos
estímulos y situaciones del ambiente. Surgió así, como principal objeto de estudio de la
Psicología, la conducta o el comportamiento personal evaluado en función de los actos
(internos, esto es, limitados al interior del propio cuerpo, o externos, esto es, visibles
y
ejecutados en el exterior) humanos.