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PSICOLOGIA - Etapas principales de la formación del Yo
EL LLAMADO ANIMISMO INFANTIL
Una de las consecuencias más interesantes de esta modalidad del pensamiento —
principalmente evidenciable entre los tres y los seis años— es que, en ese período de su vida,
el niño cree obrar con su pensamiento sobre la realidad exterior y por ello dialoga
indistintamente con las personas y las cosas. No distinguiendo suficientemente cuanto ve y
cuanto imagina, llega a un paralelismo primitivo de la Naturaleza: la silla, la muñeca, el reloj o
cualquier otro objeto están vivos como él. Puede hablarles o influirlos a su antojo; puede
matarlos y resucitarlos en cualquier instante... Le basta simular imperativamente un deseo
para creer que éste se cumple en el mundo de los objetos. Pero hay un dominio que se resiste
totalmente a esta "voluntad de poder" infantil: el de las personas encargadas de su educación.
Entonces surge una contradicción constante entre su concepción y los resultados de su
conducta, toda vez que el mundo animado lo desanima y solamente lo consuela y anima,
precisamente por su pasiva sumisión, el mundo inanimado.
El matrimonio Buhler ha insistido en que si el niño de tres a cinco años tiene largos soliloquios
con sus juguetes, no es tanto porque crea que éstos son idénticos a sus familiares sino,
precisamente, porque aquéllos no le replican y éstos sí.
En esta edad empieza, pues, el tabicamiento del mundo exterior en sectores. La experiencia
demuestra con singular crueldad al niño que las partes no equivalen al todo: no le basta
ponerse la ropa del padre para que lo dejen hacer lo que a éste le es permitido. En una palabra:
no basta llenar las "apariencias" para obtener un efecto deseado. Y es así como, lentamente, el
animismo infantil se transforma en un realismo pragmático. En los años sucesivos, la
diferenciación entre fondo y forma, entre permanencia y "accidencia", entre elemento y
miembro, entre apariencia y esencia, llevan paulatinamente al niño a convertirse en un ente de
razón, sin dejar por esto de seguir siendo un ente de pasión y de pulsión.